Dios nos perdona el pecado pero no nos libra de sus consecuencias
“Porque sembraron viento, y torbellinos segarán”
Oseas 8:7
Un caso de la Biblia que puede instruir de una manera especial la forma cómo Dios trata al pecador y a sus pecados, es el ejemplo del famoso rey David.
Esta trágica historia la podemos leer en 2 Samuel capitulo 11. David es atraído sexualmente por una hermosa mujer llamada Betsabé, con la cual comete el pecado de adulterio. Dice 2 Samuel 11:2-4:
Para ocultar su ilícito hecho apela al engaño y a la mentira. Dice 2 Samuel 11:5-12:
Para evitar un escándalo mayor, David asesina a su general Urías por medio de ponerlo al frente de la batalla y de la espada del enemigo. 2 Samuel 11:13-21:
Consecuencias del pecado de David (2 Samuel 11:1-12)
David pecó con Betsabé y eso desencadenó una reacción en cadena. Natán le dijo: Tu hijo morirá” Y así fue, “tus esposas serán utilizadas públicamente”, y así sucedió, “ tus hijos se volverán contra ti”, y eso fue lo que ocurrió.
Pudo muy bien haber sido en este momento de su vida que escribió estás palabras:
Pacientemente esperaré en Jehová, y él se inclinó hacia mí y oyó mí clamor. Y me hizo subir del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Pueso mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos… Porque me han rodeado males incontables, y no puedo levantar la vista. Son más numerosos que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón ha fallado. Salmo 40: 1,2,12
Natán le anunció una triste profecía a David acerca de las consecuencias de sus pecados. Esto fue lo que le dijo: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada” (2 Samuel 12.10a). A pesar del franco arrepentimiento de David, y del perdón de Dios, el pueblo de Israel no afrontó otra cosa más que la guerra .
El profeta Natán también profetizó que David tendría serios problemas dentro de su propia casa. Esta profecía tuvo realmente un crudo cumplimiento. El hijo de David, Amnón abusó sexualmente de su medio hermana Tamar. Absalón, el hermano de ella, asesinó a Amnón por represalia. Durante todo el resto del reinado del David.
Después de oír la parábola de la corderita robada, David le dijo a Natán que el malhechor debía pagar la pérdida de ella con cuatro tantos (2 Samuel 12.6).
La sentencia pronunciada por David incurrió sobre él mismo. Durante el tiempo que vivió, tres de sus hijos murieron trágicamente. Después de su muerte, otro hijo fue violentamente ejecutado (1 Reyes2.23–25). El homicidio de Urías a instancias de David, influenció trágicamente a cuatro de los hijos de éste. Así que este ejemplo nos muestra que si bien David fue restaurado de sus pecados, él no pudo evitar las consecuencias de su mal proceder que Dios dictó contra él.
No hay nada tan atormentador y devastador en la vida como los pecados ocultos de la carne: no hay nada que le dé al enemigo más ocasión de blasfemar contra la Iglesia de Dios, que esa clase de claudicación secreta.
De esta manera, el triste y oscuro capítulo de la caída de David llega a su fin. ¿pero llegó de verdad? No, en realidad no, David está ahora atrapado en un torbellino de infelicidad, que él mismo describe en detalle en el Salmo 32:3, 4 y también en el Salmo 51:3,4. Tiene mucho insomnio. Está físicamente enfermo. Tiene fiebre. Lo persiguen recuerdos angustiosos. Pierde peso. Su infelicidad es total. Pero lo peor es que se siente terriblemente sólo. Está a miles de kilómetros de distancia de Dios.
El capítulo no termina aquí. No hasta que hayan transcurrido muchos meses. No hasta que haya un toque en la puerta del palacio… y un amigo se interesó lo suficiente por él. Fue una visita que David jamás olvidaría. Dios es buenísimo en ajustar cuentas. El no ajusta cuentas al final de cada mes, ni tampoco cada año. Pero cuando las ajusta, lo hace bien: “No os engañéis Dios no puede ser burlado”. El molino de Señor muele lentamente pero muele bien.
El profeta Natán no fue a visitar a David por su propia cuenta, sino que fue enviado por Dios. “Entonces el Señor envió a David (“Sam 12:1) Dios esperó hasta que llegó el momento perfecto. El tiempo de Dios es absolutamente incríble. ¿Cuando Fue enviado Natán? ¿Inmediatamente después del acto de adulterio? No. ¿Inmediatamente después que Betsabe dijo: “Estoy embarazada? No. ¿Inmediatamente después que asesinó a Urías? No. Inmediatamente después que se casó con la esposa embarazada de Urías? No. ¿Inmediatamente después del nacimiento del niño? No.
Primero dejó que las ruedas trituradoras del pecado hicieran su trabajo y entonces intervino. Dios no sólo sabía cual era el momento perfecto, sino que escogió la persona perfecta. Natán era un hombre que gozaba del respeto de David, que se había ganado con el paso de los años. Podemos aprender una gran lección ante las palabras de Natán a David: El arrepentimiento, Si hay verdadero arrepentimiento habrá un reconocimiento sincero y franco de nuestro pecado. David dijo: “He pecado… no he escondido mi pecado. Contra ti, contra ti sólo he pecado” si hay verdadero arrepentimiento hay humildad y quebrantamiento de Espíritu. David Dice: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios” Salmo 51:17.
Cuando nos arrepentimos, Dios nos promete restitución y perdón a través de la sangre de Jesucristo. No nos promete alivio de todas las consecuencias, pero sí el alivio que sólo puede dar el Espíritu Santo. El arrepentimiento incluye una tristeza piadosa por el pecado. El lamento de la persona verdaderamente arrepentida envuelve una profunda tristeza de corazón, no por temor a ser castigada sino por el mal que le ha hecho a un Dios santo, lleno de amor y de gracia. San Pablo se refiere a está clase de tristeza al escribir a los creyentes corintios: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” Corintios 7:10).
El arrepentimiento no consiste sólo en sentirse triste por las acciones pecaminosas. Para que haya verdadero arrepentimiento, debe uno volverse del pecado. En Lucas 16:19-31 observamos que el hombre rico en el infierno clamaba que el tuvieran lástima. Estaba profundamente triste, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Quienes no se arrepienten ahora algún día llorarán y se lamentarán (Mateo 13:42,50; Lucas 13,28).
Llegará el día cuando clamarán a las rocas y las montañas que los cubran para esconderlos del juicio divino (Apocalipsis 6: 16-17) porque no estuvieron dispuestos a volverse de sus pecados. La tristeza sin un genuino cambio de voluntad y corazón sólo conduce a la desesperación. Pero el arrepentimiento verdadero, o la tristeza piadosa que conduce a la salvación (2 Corintios 7:10), envuelve un cambio de voluntad y corazón. El arrepentimiento verdadero abre de par en par las puertas de la misericordia y el perdón divinos. El verdadero arrepentimiento nos ayuda a ver más allá de nuestra condición infeliz, miserable hasta la cruz de Cristo, donde hay libertad, luz y vida.
Uno de los últimos mandamientos que Jesús dio antes de ascender al cielo consistió en que se predicara el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones (lucas 24:47; Hechos 1:8).
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9