Séneca dijo:
“La más grande infelicidad es ser presa del temor cuando ya nada queda que esperar” y “Peor que la guerra es el temor de la guerra”
Es muy llamativo lo que dice Jeremías 38:14-20
“Después envió el rey Sedequías e hizo traer al profeta Jeremías a su presencia... Y dijo el rey... Te haré una pregunta... Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás? Y si te diere consejo, no me escucharás... Si te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa... Y dijo el rey... Tengo temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan. Y dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás...”
El rey, por supuesto no hace caso del consejo... cae en menos del enemigo y la ciudad es destruida por fuego y sus hijos asesinados en su presencia. (Jeremías 39:1-10)
Sin embargo, el profeta y quien lo ayudó son protegidos:
“Pero en aquel día yo te libraré, dice Jehová, y no serás entregado en manos de aquellos a quienes tú temes. Porque ciertamente te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová” (Jeremías 30:17-18)
¿Tememos? ¿A qué le tenemos miedo? Cada día puede llegar a ser una fuente de temores acerca de sucesos reales o imaginarios, actuales o futuros, que pueden condicionar la vida y anular la acción.
No importa cuál sea el origen o el destino de los temores que nos acechen. Podemos confiar.
¿En quién?
En Aquél que nos libra:
“Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmos 34:4)
“En el día que temo, yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado, no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Salmos 56:3-4)
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba Padre!” (Romanos 8:15)
El Apóstol Pablo tenía temores
“Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (2 Corintios 7:5)
Pero su ejemplo de confiar, inspiró a otros a hacer lo mismo
“Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor” (Filipenses 1:14)
El Señor Jesucristo venció en la cruz el temor más grande del ser humano
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15)
Salustio dijo: “Mayor es el peligro cuando mayor es el temor”
Recordemos: Nadie puede vencer a nuestro Dios. Confiemos en El, que promete acompañarnos en medio de todo lo que nos ocurra.
“La más grande infelicidad es ser presa del temor cuando ya nada queda que esperar” y “Peor que la guerra es el temor de la guerra”
Es muy llamativo lo que dice Jeremías 38:14-20
“Después envió el rey Sedequías e hizo traer al profeta Jeremías a su presencia... Y dijo el rey... Te haré una pregunta... Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás? Y si te diere consejo, no me escucharás... Si te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa... Y dijo el rey... Tengo temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan. Y dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás...”
El rey, por supuesto no hace caso del consejo... cae en menos del enemigo y la ciudad es destruida por fuego y sus hijos asesinados en su presencia. (Jeremías 39:1-10)
Sin embargo, el profeta y quien lo ayudó son protegidos:
“Pero en aquel día yo te libraré, dice Jehová, y no serás entregado en manos de aquellos a quienes tú temes. Porque ciertamente te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová” (Jeremías 30:17-18)
¿Tememos? ¿A qué le tenemos miedo? Cada día puede llegar a ser una fuente de temores acerca de sucesos reales o imaginarios, actuales o futuros, que pueden condicionar la vida y anular la acción.
No importa cuál sea el origen o el destino de los temores que nos acechen. Podemos confiar.
¿En quién?
En Aquél que nos libra:
“Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmos 34:4)
“En el día que temo, yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado, no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Salmos 56:3-4)
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba Padre!” (Romanos 8:15)
El Apóstol Pablo tenía temores
“Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (2 Corintios 7:5)
Pero su ejemplo de confiar, inspiró a otros a hacer lo mismo
“Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor” (Filipenses 1:14)
El Señor Jesucristo venció en la cruz el temor más grande del ser humano
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15)
Salustio dijo: “Mayor es el peligro cuando mayor es el temor”
Recordemos: Nadie puede vencer a nuestro Dios. Confiemos en El, que promete acompañarnos en medio de todo lo que nos ocurra.
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