lunes, 26 de octubre de 2009

El orgullo religioso



Muchas veces se hablo del orgullo farisaico o de la “justicia” de los fariseos. Jesús hablo de ellos considerándolos “sepulcros blanqueados por fuera”.
Los reproches que Jesús hace a los fariseos son de índole muy distinta (Mt 23; 1-13. 16-22. 29-36). Imponen a la gente cargas muy pesadas pero ellos ni siquiera las mueven con el dedo (meñique) (vv 2-4.13). Quieren que se les respete, ambicionan puestos de honor, y que la gente les salude y les conceda los tratamientos correspondientes; pero con ello convierten la gloria de Dios en su propia gloria (vv 5-12). Jesús les reprocha el que, con conciencia escrupulosa, dan el diezmo de todas las plantas, incluso de las que no sirven más que para condimento, y en cambio no hacen caso de los grandes mandamientos de Dios, de la misericordia y de la fidelidad (Mt 23,23).
En opinión de Jesús, esta seguridad de sí mismo destruye toda la vida. El hombre que piensa demasiado bien acerca de sí mismo, no toma ya en serio a Dios. Puesto que está seguro del juicio positivo de Dios acerca de su vida, lo único que se pregunta es cómo piensan acerca de el los hombres. Toda su piedad está orientada exclusivamente a que los demás le consideren una persona piadosa. Así que su piedad se convierte en hipocresía (Mt 6, 1-8). De la misma manera el hombre que piensa bien de si mismo, no toma en serio al hermano. Se considera a sí mismo mejor que el y desprecia al hermano (Lc 15,25-32; 7,39).
Las numerosas palabras de juicio que leemos en los evangelios van dirigidas, casi sin excepción, no contra los que cometen adulterio, engañaban etc., sino contra los que condenaban enérgicamente el adulterio y expulsaban de la comunidad a los mentirosos y engañadores. “¡Raza de víboras!” en (Mt12,34; 23,33). No se llama así a los pecadores sino a las personas piadosas. Y en (Lc 18, 9-14), quien agrada a Dios no es el fervoroso fariseo, sino el publicano. ¿Por qué? Porque las personas piadosas con su teología y su piedad, se han separado de Dios. Pues una piedad que conduce a la insolencia y a la seguridad de si mismo, es algo que casi no tiene esperanza.

José María Castillo

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