miércoles, 28 de octubre de 2009

He trabajado en vano


¿Le asombraría saber que Jesús experimentó el sentimiento de haber logrado poco?

En Isaías 49:4 leemos estas palabras: “Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas…” Note que estas no son las palabras de Isaías, quien fue llamado por Dios cuando ya era maduro de edad. No, estas son las propias palabras de Cristo, habladas por Aquel “llamado…desde el vientre, desde las entrañas de mi madre…El Señor…me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob, (y para congregarle a Israel)” (49:1, 5)

Cuando llegué a este mensaje, un mensaje que había leído muchas veces antes, mi corazón quedó en asombro. Difícilmente podía creer lo que estaba leyendo. Las palabras de Jesús aquí sobre “trabajar en vano” fueron una respuesta al Padre quien acababa de declarar “Mi siervo eres…en quien me gloriaré” (49:3). Leemos la respuesta asombrosa de Jesús en el verso que sigue: “Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas” (49:4)

Después de haber leído esto, me puse de pié en mi sala de estudio y dije: “Qué maravilloso. No puedo casi creer que Cristo fuera así de vulnerable, confesando al Padre que estaba experimentando lo que nosotros los humanos enfrentamos. En su humanidad, él probó el mismo descorazonamiento, el mismo abatimiento, las mismas heridas. El estaba teniendo los mismos pensamientos que yo he tenido sobre mi propia vida: ‘Esto no es lo que yo había percibido que fue prometido. Malgasté mis fuerzas. Todo ha sido en vano.”

Leyendo esos versos me hizo que amara mucho más a Jesús. Me di cuenta de que Hebreos 4:15 no es tan sólo un cliché: nuestro Salvador verdaderamente es tocado cuando siente nuestras debilidades, y fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. El había conocido estas mismas tentaciones de Satanás, y había escuchado la misma voz acusadora: “Tu misión no ha sido completada. Tu vida ha sido un fracaso. Todo tu trabajo de nada ha servido.”

Cristo vino al mundo para realizar la voluntad de Dios de reavivar a Israel. Y él hizo lo que se le había encomendado. Pero Israel lo rechazó: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).

¿Por qué Jesús, o cualquier hombre o mujer de Dios, hablaría palabras tan desesperadas como éstas?: “he trabajado en vano” ¿Cómo podría el Hijo de Dios decir tal cosa? ¿Y por qué ha habido generaciones de creyentes fieles que han sido reducidos a estas palabras abatidas? Es el resultado de medir los resultados pequeños contra las expectaciones altas.

Usted puede pensar, “Este mensaje parece que sólo se aplica a ministros, o es para los llamados a hacer un gran trabajo para Dios. Me parece que está dirigido a misioneros o a profetas de la Biblia. Pero ¿qué tiene que ver conmigo?” La verdad es, que todos somos llamados a un propósito grandioso y común para todos, y a un ministerio: y es, ser como Jesús. Somos llamados a crecer en su imagen, a ser cambiados en su imagen expresada.


David Wilkerson

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