sábado, 23 de enero de 2010

El agrado de Dios


Enoc disfrutó de un compañerismo cercano con el Señor. En realidad, su comunión con Dios fue tan íntima, que el Señor lo traspuso a la gloria mucho antes de que su vida en la tierra fuera a acabarse. “Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, por que lo traspuso Dios; y antes que fuera traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios” (Hebreos 11:5).

¿Por qué Dios eligió trasponer a Enoc? Las palabras que encabezan este versículo nos dicen claramente que fue debido a su fe. Y además, La frase final nos dice que la fe de Enoc agradó a Dios. La raíz Griega para la palabra “agradó”, aquí significa completamente unido, totalmente en acuerdo, en unidad total. Para decirlo de una manera simple, Enoc tuvo la comunión más cercana posible con el Señor que cualquier otro ser humano pudo haber disfrutado. Y este compañerismo íntimo era agradable a Dios.

La Biblia nos dice que Enoc comenzó a caminar con el Señor después de que engendró a su hijo Matusalén. Enoc tenía sesenta y cinco años en ese tiempo. El entonces pasó los próximos 300 años teniendo compañerismo íntimo con Dios. El libro de Hebreos deja en claro que Enoc estaba tan en contacto con el Padre, tan cerca de él en su comunión por horas, que Dios eligió llevarlo a casa consigo mismo. En esencia, el Señor le dijo a Enoc, “Ya no puedes ir más allá en la carne. Para aumentar mi intimidad contigo, tengo que traerte a mi lado.” Y Dios se lo llevó repentinamente a la gloria.

De acuerdo a Hebreos 11:5, lo que agradó a Dios fue la intimidad de Enoc. A nuestro conocimiento, este hombre nunca efectuó un milagro, nunca desarrolló una profunda teología, nunca hizo grandes obras que fuesen dignas de haber sido mencionadas en las Escrituras. En lugar de eso, leemos esta simple descripción de la vida de este hombre: “Enoc caminó con Dios”.

Enoc tuvo comunión íntima con el Padre. Y su vida hasta ahora es un testimonio de lo que verdaderamente significa caminar en fe.


David Wilkerson

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