domingo, 21 de marzo de 2010

Oriente Medio: la guerra a la vuelta de la esquina


Optimismo es una palabra profana en Oriente Medio. Todo parece condenado a ser cada día peor que el anterior. En ese fervor por complicarlo todo, si antes eran los palestinos quienes según les endilgó hace décadas el ex canciller Abba Eban “no pierden una oportunidad de perder una oportunidad”, ahora ese raro mérito del autismo político le cabe de modo casi exclusivo al gobierno israelí. “En todo Oriente Medio está cobrando fuerza una creencia generalizada: la guerra es inevitable”, escribió días atrás el ex canciller Shlomo Ben-Ami. En el arenero se citan todos los espectros que puedan corporizarse: Irán, Siria, el partido y guerrilla libanesa shiíta Hezbollah o la organización ultraislámica Hamas. Para todos ellos parece estar preparándose el gobierno del liberal Benjamin Netanyahu y su peculiar canciller ultraderechista, Avigdor Lieberman. Irán, al tope de la lista, cuya influencia multiplicó de modo geométrico la torpe política de George Bush, atenaza a Israel más por el desafío a su hegemonía estratégica que por un eventual poderío nuclear, que no es muy claro que esté a la vuelta de la esquina como se denuncia. La guerra de la que hablamos puede, por lo tanto, amplificarse. En todo caso, hace rato que se hierve de modo eminente en el caldero de la crónica batalla de Israel con la vereda palestina. La solución de ese mortificante contencioso sería un golpe de torpedo para las ambiciones del país persa que usa el conflicto como un ariete. Además, este litigio está en la base de las condiciones que hacen posible el terrorismo. Pero esa solución implicaría la constitución de un Estado Palestino con normas, leyes, autonomía y territorios, alternativa que ni siquiera en la retórica figura en los planes de Netanyahu. La lista de oportunidades perdidas, pero no como consecuencia de no haberlas vislumbrado, más bien a la inversa, la encabeza el cambio notorio en los territorios palestinos en Cisjordania en los últimos dos años, incluyendo un crecimiento del PBI de 8% en 2009, un hito en lo que siempre ha sido un derrumbe. Ello acompañado de mayor seguridad interior y la caída de la corrupción, el gran enemigo interno de ese pueblo. Los triunfos del presidente palestino Mahmud Abbas y su premier Salam Fayyad amenazaban con convertirse en el contrapeso del integrismo en Gaza, la franja sitiada de los territorios en manos del grupo Hamas y donde la calidad de vida de sus habitantes es infinitamente peor. Pero las políticas de invasión de Cisjordania con colonos judíos amparadas por Netanyahu y alentadas por el partido ultra de Lieberman, entre otros socios del oficialista Likud, erosionaron la fuerza política de Abbas para beneficio de sus rivales ultraislámicos que lo exhiben como una marioneta. La presión ya comienza a brotar del peor modo. Esta semana nuevamente se lanzaron misiles desde Gaza y mataron a un granjero en un kibutz de Israel, un golpe que beneficia a los halcones de ambas veredas al perforar por un lado la presión internacional que recibe el gobierno israelí por sus excesos. Y, por el otro, busca generalizar la violencia de la respuesta para ganar espacio sobre el gobierno laico de Abbas que pulverizaría lo que le queda de influencia. No son ajenas a este escenario las protestas con piedras de jóvenes en Cisjordania, leves por ahora, pero que pueden ser el umbral de otra Intifada, que es también una forma rotunda de esta guerra. El torniquete contra los palestinos se ha venido ajustando bajo la mirada condescendiente de Barack Obama, que no ha hecho más que retroceder desde su discurso de El Cairo de junio del año pasado cuando hizo suya la demanda definitiva y urgente de un Estado Palestino. Oriente Medio está cada vez más lejos de una Casa Blanca atrapada en negociaciones domésticas con la oposición republicana que, entre otros costos, ha incluido esa miopía que será ceguera cuando más se acerquen las cruciales legislativas de noviembre. El símbolo de esta contradicción ha sido la extensión desafiante por parte de Israel de la toma ilegal de tierras en el mayor territorio palestino. Hoy hay 120 asentamientos oficiales y otro centenar de extraoficiales en Cisjordania ocupada. Esto no comenzó ahora. Sólo se está acelerando. Cuando a Shimon Peres, Yasser Arafat e Isaac Rabin les dieron en 1994 el Nobel de la paz por los Acuerdos de Oslo, había 280 mil colonos. Hoy suman medio millón, creciendo a un ritmo que cuadruplica el de la población israelí en su conjunto. El otro territorio, en Gaza, donde viven hacinadas 1.500 .000 personas, es una espoleta activada para beneficio de la retórica iraní. La política de castigo colectivo ha incluido disparates como la prohibición del ingreso de fideos, garbanzos, lentejas, galletas o mermelada. El senador demócrata John Kerry llegó a preguntar desconcertado el año pasado al gobierno israelí qué pasa con los fideos en Gaza. Esas políticas no son ingenuas y terminan alimentando el combustible de un estallido que, como dice Ben-Ami, lamentándolo, “acabe por sacudir un orden regional nada funcional”. Una guerra casi siempre es una mala idea.

Por Marcelo Cantelmi - Analista internacional


Las Guerras de Gog y Magog y el Armagedón más cerca!.
Mateo 24:6, Apocalipsis 6:2-4,8,14. 9:13-19 y 16:12-16, 1 Tesalonicenses 5:3, Ezequiel 38 y 39



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