El Papa Juan Pablo II, cuya beatificación se celebrará el 1 de mayo de 2011, fue un
Pontífice de grandes contradicciones. Su tragedia reside en la discrepancia entre su compromiso con la reforma y el diálogo en el mundo y su regreso al autoritarismo dentro de la Iglesia.
Su inclinación hacia el autoritarismo espiritual contribuyó a la mayor tragedia de su mandato como Papa: el abuso sexual de miles de niños en todo el mundo.
Apoyando a la jerarquía de la Iglesia por encima de las necesidades del pueblo, Juan Pablo II perpetuó un ambiente contaminado en el que a los sacerdotes se les permitió, a menudo repetidamente, el abuso sexual de los niños, manteniendo la conducta delictiva en secreto para la preservación de la imagen pública de un liderazgo sin tacha.
Tal vez una de las mejores evidencias de este hecho se ve en la fuerte relación de Juan Pablo II con la Legión de Cristo y de su fundador Marcial Maciel. Maciel ha siso acusado de décadas de graves abusos contra mujeres y jóvenes, muchos de los cuales quedaron ocultos, debido en parte a los estatutos de 1983, que Juan Pablo II aprobó para la orden religiosa de Maciel, los cuales exigían secreto y prohibían la crítica de su fundador.
Fue la misma necesidad de Juan Pablo II de un control jerárquico la que también condujo a la contención de la teología, con un hiriente impacto en la vida de los pueblos. Su intento de desacreditar a la teología de liberación dejó a miles de personas que trabajaban por la liberación sin el pleno apoyo teológico y eclesial que se merecían, mientras que sufrían bajo regímenes políticos brutales.
El autoritarismo espiritual también se hizo patente en el intento de Juan Pablo II de suprimir el discurso sobre la igualdad de género que, a su vez, privó el mundo católico de las aportaciones que la mujeres traerían al liderazgo de Iglesia. Su postura contra las lesbianas, homosexuales, bisexuales y transexuales (LGBT) lo coloca en complicidad con Iglesias locales y gobiernos que siguen negando la igualdad civil y moral de las personas LGBT. Además, sus repetidas condenas al empleo del condón complicaron la opción moral de millones de personas en el mundo entero que intentaban prevenir la extensión de VIH/SIDA y promover la salud sexual.
El Movimiento Internacional Somos Iglesia cree que la beatificación y canonización en última instancia, no debe medirse por el hecho de si un “milagro” se puede atribuir a una persona en particular, sino más bien, por la constatar si la vida de alguien encarna verdaderamente los valores de Cristo, que busca, no el poder, pero sí el bienestar del pueblo de Dios.
Pontífice de grandes contradicciones. Su tragedia reside en la discrepancia entre su compromiso con la reforma y el diálogo en el mundo y su regreso al autoritarismo dentro de la Iglesia.
Su inclinación hacia el autoritarismo espiritual contribuyó a la mayor tragedia de su mandato como Papa: el abuso sexual de miles de niños en todo el mundo.
Apoyando a la jerarquía de la Iglesia por encima de las necesidades del pueblo, Juan Pablo II perpetuó un ambiente contaminado en el que a los sacerdotes se les permitió, a menudo repetidamente, el abuso sexual de los niños, manteniendo la conducta delictiva en secreto para la preservación de la imagen pública de un liderazgo sin tacha.
Tal vez una de las mejores evidencias de este hecho se ve en la fuerte relación de Juan Pablo II con la Legión de Cristo y de su fundador Marcial Maciel. Maciel ha siso acusado de décadas de graves abusos contra mujeres y jóvenes, muchos de los cuales quedaron ocultos, debido en parte a los estatutos de 1983, que Juan Pablo II aprobó para la orden religiosa de Maciel, los cuales exigían secreto y prohibían la crítica de su fundador.
Fue la misma necesidad de Juan Pablo II de un control jerárquico la que también condujo a la contención de la teología, con un hiriente impacto en la vida de los pueblos. Su intento de desacreditar a la teología de liberación dejó a miles de personas que trabajaban por la liberación sin el pleno apoyo teológico y eclesial que se merecían, mientras que sufrían bajo regímenes políticos brutales.
El autoritarismo espiritual también se hizo patente en el intento de Juan Pablo II de suprimir el discurso sobre la igualdad de género que, a su vez, privó el mundo católico de las aportaciones que la mujeres traerían al liderazgo de Iglesia. Su postura contra las lesbianas, homosexuales, bisexuales y transexuales (LGBT) lo coloca en complicidad con Iglesias locales y gobiernos que siguen negando la igualdad civil y moral de las personas LGBT. Además, sus repetidas condenas al empleo del condón complicaron la opción moral de millones de personas en el mundo entero que intentaban prevenir la extensión de VIH/SIDA y promover la salud sexual.
El Movimiento Internacional Somos Iglesia cree que la beatificación y canonización en última instancia, no debe medirse por el hecho de si un “milagro” se puede atribuir a una persona en particular, sino más bien, por la constatar si la vida de alguien encarna verdaderamente los valores de Cristo, que busca, no el poder, pero sí el bienestar del pueblo de Dios.
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