domingo, 30 de enero de 2011

Los obispos siguen callados ante la situación irregular de Victorino Pérez Prieto, pero las denuncias de los fieles llegan a Roma


Querido José Carlos, de nuevo estoy en Roma, y tienes que disculpar el que aún no te haya escrito. La razón es simple: estoy mucho tiempo fuera y, cuando vuelvo, me encuentro más trabajo sobre la mesa y en la bandeja de entrada del ordenador que todo lo que había dejado al salir de viaje.
Pero es una alegría saberse servidor de la Humanidad, y querido por los que lo rodean a uno. Ya es tarde cuando te escribo. Se acaban de marchar mis hijos que andaban de visita por la Ciudad Santa llena de pecadores. Estuve contándoles hasta donde llega el desastre de Haití. No se ha conseguido reconstruír ni una quinta parte de los edificios que hizo caer el terremoto. No se ve manera de reconvertir en habitable ese espacio de personas hacinadas entre detritos y heces que lavan los torrentes de lluvia. Allí no se sabe lo que es peor, si que llueva o no.
En fin, que llego y me llegan las noticias sobre tu caso, como también sobre nuestro querido paisano el embajador. Dicen que se vuelve a España, pero no a La Coruña sino a Madrid, con un puesto que bien merece semejante personalidad, Defensor del Pueblo.
Comentando esto con mi hijo y con Guangiroli me sugieren que, con independencia de las acciones legales que se preparan contra el obispado de Mondoñedo-Ferrol (ojalá no haya que ejercitarlas), deberías dirigirte al defensor del pueblo de Galicia, como siempre para mostrar un caso que la sociedad no debe admitir.
La sociedad nunca debe admitir que ninguno de sus miembros sea desleal con sus cofrades, con sus hermanos de credo, con sus compañeros de partido o de sindicato. Da lo mismo a que agrupación pertenezca el deleal.
Y el caso del todavía sacerdote en situación inconcebible (¿cuándo le llegará la suspensión a divinis? ¿A que espera la jerarquía gallega?), esa situación es de quien rompe las reglas y los votos a que se ajustó.
Opina el doctor Guangiroli que ese individuo es un gran histrión y va a usar cuanto se haga contra él para mezclar la burla con el provecho de la notoriedad. Va a rebelarse contra la suspensión. Va a intentar seguir celebrando misas clandestinas. En la tierra de Valle-Inclán se va a vivir otro gran esperpento.
A Roma llegaron "romeros" de Galicia y hablaron claramente. Mi señora, en mi ausencia, llevó a dos de ellos junto al secretario del cardenal. Son testigos directos del esperpento en la colegiata. Uno comentó que va a haber que colocar la efigie del burlador en las puertas de todas las iglesias, advirtiendo a las almas cándidas de la calidad moral del -insisto- todavía sacerdote.
No sé si te dije que mi padre, muy católico pero más que eso, cristiano, oía con simpatía lo que le decían nuestros vecinos evangélicos sobre el celibato. En palabras sencillas de labradores y marineros, "Si los curas se casasen, ya mirarían por sus mujeres. No por las de los feligreses".
El sujeto que armó la trama en la que te ves envuelto debería haber abandonado la Iglesia honradamente. Si lo suyo era el matrimonio, que se fuese. Y que se pusiese a buscar el pan con el sudor de su frente.
¿Que te voy a decir yo de nuestro amigo el comercial de la editorial? Colgó la sotana, se casó y usó su cultura de clérigo para incitar a la gente a leer (por cierto, dale recuerdos y dile que ya hablé en Nova York de lo del polígono industrial de Cedeira).
Bueno, acabo por hoy. Piensa lo del defensor del pueblo. Y no temas contar tu historia a los medios de comunicación. La doctora Vignoli no ve razón para tus recelos. Y recuerda que debes ser magnánimo pero justo.

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