jueves, 6 de enero de 2011

Denuncia nada anónima


Hoy ha llegado a la bandeja de mi correo electrónico el siguiente artículo del que desconozco la fuente, pero me ha parecido muy bueno:


El que suscribe denuncia a los diputados que han aprobado casi unánimemente la nueva ley antitabaco por elaborarla mientras la mayoría de ellos fumaba en sus despachos del Parlamento.

El cronista, que no es fumador, denuncia a quienes son testigos de estas fumadas por no revelar que las ven constantemente. Incluye a los periodistas parlamentarios, que son callados espectadores permanentes.

Este cronista, que va allí sólo eventualmente, se reúne con diputados que fuman a escondidas, incluyendo los portavoces de los partidos.

Cuando se encuentran con desconocidos suelen preguntar: ¿Es usted antifumador? Como la respuesta suele ser no, cierran la puerta de sus despachos, abren ligeramente las ventanas y encienden sus cigarrillos.

Y es porque todos los políticos tienen que practicar públicamente, incluso los de derechas, el puritanismo neorreligioso progresí. Ninguno se atreve a ser hereje, a rechazar abiertamente las Nuevos Mandamientos Puritanos Progresís (NMRP).

Están obligados por un gobierno cuyo presidente fuma a escondidas, como Obama, y por una estupefaciente ministra de sanidad devota de pulseras mágicas y otros amuletos astrológicos.

Piden que se denuncie anónimamente, como en los estados policiales, a los fumadores en locales cerrados. Les mandarán la guardia civil.

Durante las semanas santas del nacionalcatolicismo había beatas que espiaban las casas de quienes no participaban en sus ritos –la del cronista era una—, por si salían sonidos que no correspondieran a aquellas lúgubres fechas, como música no sacra.

Enseguida acudían a la guardia civil y al cura a denunciar al disidente. Lo mismo que está haciendo este Gobierno con su nueva religión, que condena los pecados no progresís de la carne.

Están imponiéndonos los NMPP, un nacionalprogresismo puritano, delator de disidentes. Como no los paremos, nos hundirán más en el fascismo del pensamiento correcto, mucho más tóxico que los peores humos.

Esta señora es la que le
pone cara a esta ley, la llamada ministra de Sanidad:

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