jueves, 24 de septiembre de 2009

La rana


Un grupo de ranas viajaba de noche por el bosque, buscando una nueva charca. De repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Asustadas, todas las demás ranas se reunieron alrededor del agujero.Pronto se dieron cuenta de lo hondo que era el hoyo. Ninguna de ellas era capaz de saltar semejante altura. Además, vieron desesperadas que, a lo lejos, venía por el camino una enorme iguana. Entonces empezaron a dar saltos y gritar a las dos pobres ranas atrapadas: ¡Vais a morir, viene una iguana!Al principio, las dos ranas prisioneras trataron de saltar fuera del hoyo, utilizando todas sus fuerzas. Sus amigas, asustadas, no paraban de moverse y de croar: ¡Ya llega la iguana, estáis perdidas, jamás podréis saltar esa altura!Una de las dos ranas -agotada y desalentada- dejó de intentar salir, y se resignó a su suerte. La otra, sin embargo, continuó saltando, cada vez más alto, pero lejos de alcanzar la superficie.Sus compañeras, que seguían con su enorme alboroto, viendo a la iguana muy cerca, le gritaban: "¡Nos vamos, nos vamos, que llega la iguana, no hay nada que puedas hacer, Dios mío, qué terrible!". En ese momento, la rana atrapada hizo un último esfuerzo y logró un salto increíble que la dejó en el camino. Corrió, ya libre y junto a sus compañeras, para ponerse lejos de la iguana; que devoró a la pobre rana que quedó en el hoyo.Ya más tranquilas, todas las ranas le dijeron: "No sabes cuánto nos alegra que no te hayas desanimado a pesar de tener una situación tan difícil".La rana las miró atentamente, y les contestó: "No sé lo que me decís. Soy casi sorda; pero os agradezco mucho todo lo que me habéis animado para que siguiera luchando y lograse salir del hoyo".


También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos (1 Tesalonicenses, 5:14)

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