jueves, 1 de julio de 2010

Desilusión


Muchas veces sentimos o realmente experimentamos que personas cercanas y amadas nos defraudan. Depositamos en ellas esperanzas o expectativas que ellos no llegan a comprender ni vislumbrar. Nos duele, nos provoca tristeza y en muchas ocasiones nos produce rencor y desesperanza.
En la etapa final de la vida del Señor Jesucristo en la tierra, Él llevó consigo a tres de sus discípulos para que lo acompañaran en oración, y ellos no comprendieron nada de lo que ocurría, y aún sus acciones podrían catalogarse como absolutamente desanimantes y traicioneras.
Leamos Mateo 26:36-38...
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo”
Jesús les compartió sus sentimientos y luego se dedicó a orar la más dolorosa oración que se podría hacer. El Dios Eterno, hecho carne, rogando al Padre Eterno en los Cielos que lo liberara de lo que vendría...
“Yendo un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú... Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yola beba, hágase tu voluntad... y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras” (Mateo 26:39,42,44)
¿Qué hicieron sus amigos?
“Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo... vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño... entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya...” (Mateo 26:40,43,45)
¿Por qué volvió tres veces a ellos? ¿Quizá tuvo la esperanza de que entendieran y lloraran con él?
Jesús era cien por ciento humano, y como tal sintió y sufrió como cualquiera de nosotros. Pero también era cien por ciento Dios y no guardó rencor ni permitió que la desilusión lo embargara.
En la vida nos van a desilusionar más veces de las que imaginamos y nos gustaría. Como seres humanos, lloraremos y sufriremos. Como hijos de Dios, tenemos Su Espíritu para que nos ayude a comprender y perdonar...
“Antes, sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32)
“Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13)
Recordemos: Ninguna desilusión es motivo suficiente para no perdonar al que la ocasiona...
http://www.daresperanza.com.ar/

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