Pedimos de forma sincera todas las disculpas anticipadas a los lectores católicos que se puedan sentir ofendidos por este Editorial. Si así ocurre, están entendiendo y experimentando lo mismo que sentimos millones de protestantes en todos los países ante las veleidades de Papas y medios católicos que a la ligera humillan -sin matización alguna- a los cristianos evangélicos en todo el mundo. No nos importa a estas alturas que nos llamen herejes o heterodoxos, pero el apelativo de “sectas evangélicas” se pasa de lo permisible. Les hacemos un relato paralelo, intercambiando papeles, de los relatos que suelen hacerse sobre las Iglesias evangélicas en las visitas papales. La visita del líder único y máximo de la secta católica a Latinoamérica ha puesto en evidencia el impulso a la campaña de proselitismo que este grupo religioso quiere iniciar para captar nuevos adeptos para el catolicismo, a la vez que evitar que se produzcan más bajas en sus filas. La secta católica, un imperio mundial con inmensas posesiones en todo el mundo, ve cómo su poder se derrumba ante el avance del secularismo y de la Iglesia protestante o evangélica (la Iglesia, en adelante). A pesar de esto, aún mantiene el catolicismo mucho de su influencia en gran parte de las regiones de nuestro planeta, con un enorme poder político y social que ejerce desde la sombra. Sin embargo, es un hecho que las divisiones internas doctrinales e ideológicas de la secta católica, a pesar del férreo poder absoluto de su jerarquía piramidal en la toma de cualquier decisión, va unida a la pérdida del poder casi absoluto que anteriormente tenía sobre sus influyentes peones sociales, obedientes a sus líderes, y que eran manejados desde la central de la secta católica en Roma. Precisamente su progresiva debilidad política se debe a que muchos de estos peones del “poder extranjero” del Estado del Vaticano –ubicados en instituciones políticas y sociales de todos los países- se muestran favorables o al menos permisivos con el divorcio, el aborto, al matrimonio homosexual, e incluso al preservativo, en contra de la doctrina que elabora de manera unilateral el líder de la secta católica (considerado como infalible) y sus más directos colaboradores. Pero a juicio de los católicos, la responsable de su declive en Latinoamérica es la Iglesia: a ella y a sus fieles quiere la secta católica culpabilizar –al menos parcialmente- de su declive de seguidores. En realidad lo que existe es una situación de confusión absoluta en el seno de la secta católica, junto al avance de la Iglesia en la proclamación activa del Evangelio, alcanzando a muchas personas que hasta ahora no tenían creencia cristiana alguna. También es cierto que muchos que se consideraban adeptos por tradición a la secta católica la abandonan, convencidos de que la auténtica Iglesia que Jesús fundó no tiene su sede en Roma sino, como la Iglesia proclama, en el corazón y conciencia de cada persona. En el tema económico, la secta católica mantiene pingües beneficios cobrando dinero de los Estados, y de sus seguidores para anular matrimonios (el divorcio está prohibido), misas de difuntos, y venta de objetos que supuestamente obran milagros; además de controlar enormes y poderosos medios de comunicación de masas en prensa, radio y televisión que les sirve para manipular a sus adeptos y hacer proselitismo. A pesar de esta situación de privilegio acumulada a lo largo de los siglos, acusa a la Iglesia de disponer de medios –mucho más modestos que los del catolicismo- que están legítimamente a su alcance para proclamar su mensaje. Y si algún miembro de la secta católica intenta manifestar su desacuerdo con el Editorial de esta publicación, nos negaremos a publicar sus cartas aunque lo hagan desde el máximo respeto. Al fin y al cabo, es lo mismo que hacen los diarios alineados con la secta católica. A MODO DE CONCLUSIÓN Podemos asegurar que estos párrafos anteriores (por los que repetimos que pedimos disculpas a los lectores de fe católica que los lean) contienen mucho más de verdad (o mucho menos de medias mentiras y demagogia) que todas las afirmaciones negativas, peyorativas y difamatorias que sobre el cristianismo evangélico o protestante hemos leído estos días en torno a las declaraciones y visita del Papa Benedicto XVI a Latinoamérica. Y ni el Papa, ni los medios católicos, han pedido ni va a pedir disculpas como nosotros estamos haciendo, estamos seguros. Para que luego algunos vayan vendiendo ecumenismo cristiano. No pedimos ni esperamos nada en este sentido, pero sí al menos algo de respeto. Por supuesto no pensamos que la Iglesia católica sea una secta (aunque sí algunos de sus grupos, como en toda institución con poder y dinero, sea religiosa, política o de lobbys de medios de comunicación, o de constructoras inmobiliarias). Tampoco se pueden generalizar al total aspectos concretos que deberían individualizarse... Conceptos todos ellos que son exactamente igual de aplicables a la Iglesia protestante o evangélica.
ProtestanteDigital.com
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