Es bastante evidente que Santiago no está enterrado en Compostela. Mucho más que la estatua que le representa tenga algún valor de comunicación con Dios. Es más, aunque el mismo apóstol Santiago se presentase en persona de forma milagrosa, lo que diría es que nos dirigiésemos a Jesús, ya que no hay otro intermediario al Padre (¡ni siquiera el pulpo Paul, dicho sea de paso!).
Pero dejando estos asuntillos culturales del folclore religioso católico, respetables en la forma pero criticables por lo que significan, hay otra pregunta importante. ¿Por qué habla –y besa- esta estatua el rey Juan Carlos en nombre de todos los españoles? A título particular, cada cual con su conciencia. No habría nada que cuestionar ni al Rey de España ni a nadie. Pero en representación de los españoles ¿de qué españoles? Sin duda de los católicos que creen que esta plegaria es buena (que no son todos los católicos). Sin duda también de más de un agnóstico que le resulta simpático, por lo costumbrista y popular del acto -parafernalia incluida- que crea una puesta en escena de lo más colorido. Pero ¿y de los católicos que ven en esto más de ritual vacío que de fe? ¿y los muchísimos agnósticos, o ciudadanos españoles de confesiones cristianas no católicas, judíos e islámicos que ven detrás de estas imágenes un culto a las mismas al que son contrarios? No exageramos si decimos que este grupo son bastantes millones de españoles. ¿Por qué a este conjunto de la población se les impone una forma de ver, creer y entender la vida en un acto oficial que vuelve a reunir al trono y el altar católicos? Sinceramente no creemos que quienes están a favor de lo ocurrido son mayoría, pero sí que ocupan muchos puestos de poder; y el poder nunca se cuestiona. Ese poder está arraigado desde tiempos de los Reyes católicos, con lo que aducir la razón histórica es mencionar la vergüenza de haber expulsado de nuestro país a cualquier ciudadano que no aceptase la fe católica oficial. Hay historia y cultura católicas en España porque se ha desterrado (cuando no asesinado, en determinados momentos) al español disidente. En cuanto a actuar porque existe una mayoría –cuestionable que así sea- tampoco es motivo para justificar este acto. Por esa misma razón, si un día la mayoría de ciudadanos españoles es islámica, el Rey haría una plegaria en el nombre de todos los españoles mirando hacia la Meca. También en ese caso nos quejaríamos. Y suponemos que los católicos, en ese teórico supuesto, también. No queremos expulsar al catolicismo de la vida pública y privada española. Deseamos que puedan vivir en paz, pero también que dejen vivir en paz a los demás. Y que el Rey de todos los españoles no vaya como tal a las ceremonias religiosas católicas en nombre de todos los españoles, sino que no vaya a ninguno como Rey (o que fuese a actos de todas las religiones reconocidas por el Estado, pero creemos que el tiempo y el trabajo del Rey tienen otras ocupaciones prioritaria). Insistimos que su actuación a nivel personal es otro aspecto, y que en esta área el Rey es libre de ir o no ir donde quiera. Esta crítica al Rey lo es también para todo cargo público que tiene actuaciones parecidas, que son muchos. Desde el cariño y el respeto a sus personas, salvo excepciones nos hacen sentir que vivimos en un país donde los ciudadanos de pleno derecho, los bien vistos, los verdaderos españoles, son los que acatan la sumisión al catolicismo (aunque sea desde la oposición o la disidencia). En Estados Unidos ya ha habido un presidente católico, y uno de raza negra, contrarios al estereotipo y los prejuicios americanos. Si un día, un español evangélico llegase no ya a Presidente del Gobierno, sino a cargos de verdadera relevancia, significaría que se ha dado un cambio real y que hemos vencido nuestros prejuicios y estereotipos. Porque políticos de orientación homosexual los hay en todos los partidos, y con cargos de peso, aunque ellos se quejan aún de discriminación y homofobia. Pero a su lado lo que viven los evangélicos es incomparable: con locales amenazados de cierres de culto, con problemas de todo tipo para actos públicos (que a otros se les concede sin problema alguno, indignante el caso de Alcalá de Henares) y con personajes en las series de televisión siempre ausentes o cuando aparecen ridiculizados como fanáticos, fundamentalistas o, sectarios. Nada de esto ocurre con personas homosexuales. Y podríamos seguir, pero paramos aquí porque para botón bien vale una muestra. Pero algo sí ha cambiado. Por un lado, y este medio de comunicación es un claro ejemplo, estamos preparados. Somos hombres y mujeres que por su propio esfuerzo, contra viento y marea, superando prejuicios y afirmados en sus creencias demostramos valía como personas y ciudadanos. Nos estamos uniendo en la pluralidad y la libertad en un frente común que supera ideologías de partido, de razas y de denominaciones. Y esto es una fuerza imparable. Y otra cosa no menos importante. Los evangélicos españoles representamos cada vez más votos. Es una razón pragmática, pero sirve si no las demás no han tenido el suficiente peso. No hay consignas, ni adhesiones inquebrantables a ningún partido. Eso nos da la enorme libertad de votar en conciencia. Y esta última razón, la de los votos, nos tememos que es la que finalmente va a decidir que se haga un esfuerzo para que los protestantes españoles no seamos ciudadanos de segunda. Por nuestra parte, lo aseguramos, vamos a seguir trabajando en lo posible y en lo imposible para que así sea.
viva galiza!!
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