Madrid, 15 de junio de 2010.-
La sala “A” de la Casa de Galicia acogió la presentación de “Una falsa luz” en su edición en castellano, la última obra del escritor, ingeniero y doctor en Telecomunicaciones e Informática, Xavier Alcalá. Con esta novela editada por Ézaro, Alcalá cierra su trilogía “Evangélica memoria”. En el acto, cuya presentación corrió a cargo del delegado de la Xunta en Madrid, José Ramón Ónega López, intervinieron, además del autor, Emilio Aparicio, directivo de la Sociedad Bíblica en España; Manuel Molares Porto, empresario, juez y anciano de la Iglesia Evangélica, y el editor Alejandro Diéguez.
“Es un libro excepcional, sólido y narrado con pluma ágil y poderosa”, dijo el director de la Casa de “Una falsa luz”, de Xavier Alcalá, “prolífico autor que cuenta en su haber, además de las colaboraciones y otros escritos, más de una treintena de obras”. La trilogía es un retrato novelado de la represión que sufrieron los que no eran católicos, -algo imcompatible con “el ser español”-, basada en la vida real de un anciano evangélico, con sus vivencias y las de su comunidad desde el reinado de Alfonso XIII hasta la muerte de Franco. Esto permite al lector realizar un paseo por la España de la época y la Argentina del exilio religioso. Con este libro, ahora en castellano, Alcalá cierra este proyecto narrativo centrado en la historia nunca antes contada de las comunidades evangélicas en Galicia y por extensión en toda España.
El editor, Alejandro Diéguez, expuso que éste “era un sueño cumplido”, pues cuando conoció la obra, editada en gallego por Galaxia, pensó que “Ézaro, su pequeña empresa, -que debe su nombre a un lugar poco conocido al lado de Finisterre-, no por su tamaño tenía un papel menor”. Con la publicación en castellano de la tercera obra de la trilogía “está cumplido el objetivo de que la historia pueda trascender y llegar a otros públicos”.
“Yo pertenezco a la quinta generación de Evangélicos en España”, dijo Emilio Aparicio, directivo de la Sociedad Bíblica en España, “algo que les puedo asegurar que no es un hecho muy común. La mayoría de lo que se narra en la novela lo he vivido, en primera persona, o lo escuché muchas veces porque nací y crecí en este ambiente”. Aparicio dijo sentirse agradecido a cuantos colaboraron en materializar estas obras porque “yo que no soy gallego, las disfruté en gallego, pero ahora las podrán conocer muchas más personas. Es un trozo de historia que se hubiera perdido para siempre”.
Pero el verdadero protagonista del acto fue Manuel Molares Porto, empresario, juez y anciano de la Iglesia Evangélica, que con casi 94 años y una asombrosa lucidez fue una de las más fidelignas fuentes en las que se basó el autor para escribir la obra. “No se qué decir... porque hay tanto, tanto, que nunca antes se había dicho... que no sabría por dónde empezar...”, dijo para empezar. Pero sí que supo, y con una precisión absoluta. Molares se remontó muchos años atrás cuando su hijo Manuel -el periodista Manuel Molares- y Xavier Alcalá “eran dos pollitos”, y “hacían de las suyas”. Por tanto, el autor ya estaba familiarizado con todo lo evangélico.
Por su parte, Alcalá, explicó , que a veces, las grandes historias, se desarrollan a nuestro lado “yo me limité a verla, investigar y recoger los testimonios de los que ya sólo queda Molares. Si en vez de un escritor, este trabajo lo hubiera hecho un historiador, les puedo asegurar que en vez de novelas, el resultado sería un trozo de historia y como tal figuraría el los libros de Historia”.
“Es un libro excepcional, sólido y narrado con pluma ágil y poderosa”, dijo el director de la Casa de “Una falsa luz”, de Xavier Alcalá, “prolífico autor que cuenta en su haber, además de las colaboraciones y otros escritos, más de una treintena de obras”. La trilogía es un retrato novelado de la represión que sufrieron los que no eran católicos, -algo imcompatible con “el ser español”-, basada en la vida real de un anciano evangélico, con sus vivencias y las de su comunidad desde el reinado de Alfonso XIII hasta la muerte de Franco. Esto permite al lector realizar un paseo por la España de la época y la Argentina del exilio religioso. Con este libro, ahora en castellano, Alcalá cierra este proyecto narrativo centrado en la historia nunca antes contada de las comunidades evangélicas en Galicia y por extensión en toda España.
El editor, Alejandro Diéguez, expuso que éste “era un sueño cumplido”, pues cuando conoció la obra, editada en gallego por Galaxia, pensó que “Ézaro, su pequeña empresa, -que debe su nombre a un lugar poco conocido al lado de Finisterre-, no por su tamaño tenía un papel menor”. Con la publicación en castellano de la tercera obra de la trilogía “está cumplido el objetivo de que la historia pueda trascender y llegar a otros públicos”.
“Yo pertenezco a la quinta generación de Evangélicos en España”, dijo Emilio Aparicio, directivo de la Sociedad Bíblica en España, “algo que les puedo asegurar que no es un hecho muy común. La mayoría de lo que se narra en la novela lo he vivido, en primera persona, o lo escuché muchas veces porque nací y crecí en este ambiente”. Aparicio dijo sentirse agradecido a cuantos colaboraron en materializar estas obras porque “yo que no soy gallego, las disfruté en gallego, pero ahora las podrán conocer muchas más personas. Es un trozo de historia que se hubiera perdido para siempre”.
Pero el verdadero protagonista del acto fue Manuel Molares Porto, empresario, juez y anciano de la Iglesia Evangélica, que con casi 94 años y una asombrosa lucidez fue una de las más fidelignas fuentes en las que se basó el autor para escribir la obra. “No se qué decir... porque hay tanto, tanto, que nunca antes se había dicho... que no sabría por dónde empezar...”, dijo para empezar. Pero sí que supo, y con una precisión absoluta. Molares se remontó muchos años atrás cuando su hijo Manuel -el periodista Manuel Molares- y Xavier Alcalá “eran dos pollitos”, y “hacían de las suyas”. Por tanto, el autor ya estaba familiarizado con todo lo evangélico.
Por su parte, Alcalá, explicó , que a veces, las grandes historias, se desarrollan a nuestro lado “yo me limité a verla, investigar y recoger los testimonios de los que ya sólo queda Molares. Si en vez de un escritor, este trabajo lo hubiera hecho un historiador, les puedo asegurar que en vez de novelas, el resultado sería un trozo de historia y como tal figuraría el los libros de Historia”.
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