Sr Angel Paz, Emérito llega de Haití con la ayuda de una catedrática en Derecho canónico para revisar mi nulidad

Querido José Carlos:
Tienes que perdonar la falta de respuesta, pero no es sin disculpa, porque vengo de estar de nuevo en Haití. Traigo el alma en un puño ante la desolación de aquellas criaturas. La situación en Port-au-Prince es insostenible. Uno no entrega allí todo lo que lleva, hasta la ropa, porque
el más mínimo gesto de dádiva dispara a los desesperados, que se pelean entre ellos sin la mínima caridad. El mundo debe saber la verdad, que no hemos conseguido vivienda nada más que para cincuenta mil almas, cuando es necesario dar cobijo a un millón. Tendrías que ver cómo viven bajo plásticos, a la espera de lo que en esa parte del mundo se llama la temporada de las lluvias, coincidente con nuestra primavera.

Viajé de Roma a Washignton y, de allí, en avión militar, a Haití. Conmigo venía en el avión un diplomático español que habló de una catedrática de Derecho Canónico de la Universidad de La Coruña, muy considerada tanto en Roma, donde hace poco estuvo dando conferencias, como en Estados Unidos, donde también ejerce. Es hija de un senador ya fallecido, persona de mucha confianza de don Manuel Fraga, quien en su día me lo presentó. Pienso que se interesaría por tu caso, que, como decía el diplomático compañero de vuelo, "es de antología".

Me alegro mucho de que tu señor padre se reponga de la operación. Ahora, que administre con prudencia el gran don del Supremo, la vida. Con regular la alimentación y hacer ejercicio suave, Dios ayudará. Me congratulo de los triunfos académicos de tu hermano. Dile de mi parte que lo esperamos en Roma, que vaya pensando en hacer el curso de Erasmus por estas tierras donde hay tanto conocimiento de la Eeconomía (aunque también lo haya de los pecados más vulgares con los que nos escandalizan las magistraturas del país).

En referencia a esas tertulias en el Valle Miñor, no me cabe en la cabeza cómo puede haber tanta falta de información. El programa que me mandas es una cretinez. Los personajes que menciona (Dios haya perdonado a alguno de ellos de todas sus culpas) son representativos de diferentes desvíos de la Iglesia de Galicia; uno pretendió que se crease diócesis en La Coruña y ser él mismo obispo; como otro, de condición herética manifiesta, pretendería ser arzobispo de Santiago y poder lanzar desde el púlpito de la catedral proclamas que van contra el corazón de nuestra Fé. Imagina lo que es decir en donde se cree que están enterrados los restos del Apóstol nada más ni menos que Cristo no resucitó.

Nada tiene de extraño que esté arrepentido ante Dios el sacerdote que dio falso testimonio para que se anulase tu matrimonio canónico. Siguiendo las pautas del proceso (la dottora Vignoli nos hizo un supuesto con todas las posibilidades), ahora ese que debía ser un justo varón va a ver hasta dónde llega el encubrimiento al concupiscente. ¿Y hasta qué punto fue consciente del atropello el obispo de Mondoñedo-Ferrol cuando ocurrió? Dios sabrá, pero la justicia humana es muy sencilla en estos casos. El máximo responsable de una organización lo es por todo. Ahora bien, después de lo ocurrido, cuando el adulterio era manifiesto, mantener a un sacerdote de la diócesis en condición de arcipreste es inaceptable. En fin. ¿Sabes qué se me pasó por la cabeza entre viaje y viaje? Que tu blog se parece a Wikileaks, que estás denunciando en él tan graves asuntos de la Iglesia que va a haber alguna reacción a nivel mundial.

Lo que te contó tu hermano sobre el cura que se espantaba de la muerte en el hospital es prueba de que los hay que se mantienen en "el negocio" de engañar a los feligreses cuando ellos no creen en la transcendencia de la vida terrenal. Sin embargo no estoy de acuerdo en lo que decía el otro blog que me comentaste. Contrariamente, creo con firmeza en que dentro de la Iglesia Católica sí hay salvación. Quizá haga falta que alguien recuerde la reacción de Nuestro Señor contra los mercaderes del Templo.
Recibe un abrazo muy fuerte para ti y tu familia de mí y de los míos.
Emérito.