jueves, 17 de febrero de 2011

Xaquin Campo Freire; La fe religiosa no es la Fe en Cristo




Señor Campo Freire: para acabar con la fe de las personas muchos curas nacionalistas introducen la lucha de clases en el seno de la Iglesia obran disolviendo, forman focos de división entre los fieles, pero sobre todo en los ambientes eclesiásticos y religiosos. Dividen a los obispos en dos bloques: los integristas y los progresistas.
Revelan a sus fieles contra los obispos con miles de pretextos. Atacan de frente a la iglesia como combatiendo, para su bien, sus estructuras anticuadas y los abusos que la desfiguran. Con hábiles golpes forman en los ambientes eclesiásticos núcleos insatisfechos para atraerles poco a poco al clima fecundo de la lucha de clases. Adaptan lenta y pacientemente, la infiltración de nuevos contenidos en las ideas tradicionales. Se trata no de liquidar, en un primer momento a la Iglesia, si no de ponerla en el dique seco, incorporándola al servicio de sus ideas nacionalistas. El resto vendrá después”.
Estos autoproclamados defensores del débil. En dos versiones, la más honesta es la que quiere su desaparición pura y simple. Odian a la Iglesia y cualquier pretexto, como el del débil, les vale. La otra es más hipócrita, no quieren la desaparición de la Iglesia sino otra mangoneada por ellos. Por ese minúsculo grupo de sacerdotes, exsacerdotes, religiosos y laicos, más alguna monja desnortada, que no se parecería nada a la católica y que no sobreviviría ni un par de años.

Fe cristiana es fe en Cristo o tal como Cristo la enseña y practica.
La fe que tenían los rudos pescadores de Galilea era cristiana, o sea en Cristo y tal como Cristo la enseñaba y practicaba. Y sentían regusto en esa fe: «Auméntanos la fe» (Lc 17,5), pidieron un día a Jesús.
Cuando don Miguel de Unamuno —hombre profundamente religioso, aunque no católico— paseaba en Salamanca con sus amigos dominicos, les decía: "Con vuestro racionalismo abstracto, habéis agotado la fe".
Pero, ¿cuántos se alejan de la iglesia y abandonan su fe en Cristo, por causa del mal testimonio?
Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que cree en mí, mejor le fuera que se colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se hundiese en lo profundo del mar...pero hay de aquel hombre por quien viene el tropiezo” (Mt. 18:6-)
Isaías 28:07...también estos se tambalean por el vino y dan traspiés por el licor: el sacerdote y el profeta por el licor se tambalean, están ofuscados por el vino, por el licor dan traspiés; (vacilan) erraron en sus visiones, titubean al pronunciar juicio.... Vemos como se manifestaran ministros que cuando perdieron la esperanza de la venida en secreto de nuestro Señor, se darán al vicio sacerdotes y profetas, vacilaran en sus visiones y estarán confundidos en sus juicios pues se alejaron de Dios, están vacilantes no saben que hacer, no quieren tomar una decisión de arrepentimiento, por esto le quitaron a Aarón el sacerdocio pues ministraba viciado.
Cuántos tendrán un vicio escondido, por eso es que ministerios enteros se vienen a pique de repente porque tienen vicios escondidos. Proverbios 20:01 dice...El vino es mofador, el licor embriagante es turbulento, y cualquiera que con ello se deja extraviar no es sabio... Oseas 04:11 nos amplían un poco más: ...La fornicación y el vino y el mosto quitan el buen sentido... El juicio es esencial para una relación con Dios, pero es quitado por la inmoralidad y la embriaguez.

Padre Xaquín, también recuerdo que en una de sus homilías decía : “Vuestros hijos deben esforzarse, hinchar el pecho y tirar para delante”, ¿pero, como se puede tirar para delante sin la oración y sin Dios?

Estimado Xaquín, es sobre todo en la familia donde se transmiten los valores y se educa en la fe. Misión ineludible de los padres es la de ser los primeros maestros y testigos de la fe respecto de sus hijos.
A menudo en los diálogos entre los padres e hijos se habla de las notas en el colegio, el deporte, la relación con los vecinos, etc., Pero se habla poco de la fe, de las enseñanzas del Evangelio. Y raras veces hay una lectura de los acontecimientos a la luz de las certezas de la fe. Se habla demasiado poco de Dios.
Los padres no podemos delegar en otros su responsabilidad con respecto a la transmisión de la fe.
La infancia es la edad en que se echan raíces y se ponen las bases de la personalidad y, por tanto, es una etapa decisiva para el resto de la vida de nuestros hijos.
Lo que seembramos en la familia en el corazón de un niño o una niña dará su fruto en la vida adulta.
En la transmisión de la fe en la familia también las oraciones deben ocupar un lugar importante y formar parte integrante del proceso educativo. Recuerdo todavía con 46 años las oraciones con mi madre de pequeño por las noches.
En los momentos más trágicos de la existencia, la verdadera fuerza que nos ayuda a no deprimirnos es la oración, invocación de la ayuda de Dios y al mismo tiempo recurso a aquella luz, aquel consuelo, aquellas energías que nos pueden llegar solo de nuestra fe en Dios.
A veces, el bienestar y el progreso pueden hacernos sentir autosuficientes. Entonces, nos parece que no nos hace falta buscar en otras cosas más elevadas, algo que sobrepase la vista de lo que tenemos enfrente cuando miramos desde arriba: sentimos que ya no hace falta la fe.
Pero el progreso moderno y el frenético mundo del dinamismo, de la creatividad y del trabajo, para seguir siendo humanos, necesitan ser iluminados por la fe, necesitan de aquella luz y aquella fuerza que nos viene de Dios.

Un padre o una madre podremos dejar poco en herencia a nuestros hijos, pero si les dejamos el don de la fe les transmitiremos el bien más valioso del que disponemos en esta tierra: la luz que ilumina el camino, dando sentido y valor a nuestras obras.

La fe cristiana consiste en fiarse de Jesús con todas sus consecuencias. La fe cristiana es ponerse de parte de Jesús en su conflicto con la injusticia del mundo el pecado y en la tarea de realizar su proyecto, al que denomina Reino de Dios: convertir este mundo en un mundo de hermanos. Pobres, libres, sin seguridades, sin poder, como Jesús. Fe cristiana es nuestra adhesión personal a Jesús, el Cristo, poniéndonos a su disposición para realizar la obra del Mesías, que es cambiar el rumbo de la historia de la humanidad, para empezar una sociedad nueva (el "hombre nuevo" y la "nueva comunidad"), que vive de los valores opuestos a los de la sociedad existente: "El reino de Jesús no es de este mundo".
Sólo tiene fe cristiana quien está convencido de que, para construir la nueva sociedad que Jesús anunciaba, se necesitan creyentes de este porte. Y dice Jesús (Jn 14,12): «Os lo aseguro, quien cree en mí hará obras como las que yo hago y aún mayores».

Que decir a las supersticiones que se practican en algunas iglesias: atribución irracional de fuerzas misteriosas a palabras, objetos, animales...
A las rutinas religiosas ancestrales de los pueblos. Se les da el nombre de "religiosidad popular", "fe sencilla del pueblo". Lo que entendemos por tal consiste en supersticiones e idolatrías, exteriorizadas en forma de procesiones, mantos, coronas, carrozas, parafernalia teatral, bandas de música y, en expresiones aberrantes, como pinchar billetes en el manto de alguna imagen, tratando de comprar con dinero la voluntad de este "cristo" o del otro "cristo", para que haga lo que nosotros le pedimos. Galicia tiene una religión de folklore, conveniencia social y egoísmo individual, que se compagina muy mal con un auténtico cristianismo.
De este tipo de credulidad ignorante participan personas incluso muy instruidas, que confunden la fe cristiana con un conjunto híbrido de creencias supersticiosas y paganas que están revestidas de nombres y símbolos cristianos, y que serían muy respetables si no se confundieran con el cristianismo. Esa no es fe, ni es sencilla. Es simplemente religiosidad, que es algo muy distinto de la fe cristiana.
Y es una pena el que muchos curas promueven y alientan tales deformaciones, por una mal entendida prudencia pastoral .Eso es la base de la economía clerical.
Mientras dure todo esto, ocurrirá lo que está ocurriendo: que la gente, progresivamente, va perdiendo la fe en la fe de este tipo y, necesitada de un sentido para su vida y un alimento espiritual, lo busca en ofertas sectarias o profanas. Decía Torrente Ballester: «Nos gustaría ver borradas de las prácticas corrientes tantas beaterías, devociones inútiles (cuando no falsas), y, por supuesto, esa inmensa serie de creencias que más se acercan a la superstición que a la fe, y que aunque la fe sea su contenido último, se viven y practican como verdaderas supersticiones».

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