domingo, 27 de diciembre de 2009

Han visto mis ojos...


Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada” (Antoine de Saint-Exupery)
Vivimos en una sociedad que padece de una falta severa de valores espirituales, lo cual se manifiesta en consumismo, materialismo y en consecuencia altos grados de insatisfacción… La falta de percepción espiritual ha generado un estilo cínico de vida para el cual vale la expresión, “sálvese quien pueda”…
“Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él” (Lucas 2:25)
Cuando el Señor nació en Belén lo hizo en medio de una nación en apariencia religiosa, pero vacía de profundidad. De todas maneras, había personas sensibles quienes podían entender los tiempos de Dios… Uno de ellos era un anciano llamado Simeón…
De Simeón podemos aprender algunas cosas:
Era sincero ante la Persona de Dios (“justo y piadoso”)
Era sensible a las Promesas de Dios (“esperaba la consolación de Israel”)
Era sumiso al Propósito de Dios (“el Espíritu Santo estaba sobre él”)
Esperaba confiado a pesar del paso de los años, porque “le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (Lucas 2:26). Su relación estrecha y profunda con Dios era la luz que iluminaba su camino, por ese motivo…
“Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos y bendijo a Dios” (Lucas 2:27-28)
La dependencia de Dios permite que nuestro andar sea guiado por el Espíritu Santo. Por ese motivo Pablo escribía más adelante a los Gálatas: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16)
Dios dirigió los pasos de Simeón hasta el Templo donde se cumpliría la promesa que había recibido, por ese motivo pudo decir:
“Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos. Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:29-32)
El salmo de Simeón es una expresión conmovedora de su fe, donde manifiesta su confianza en que había llegado Aquel que redimiría al pueblo de sus pecados, y que esa salvación era extensiva a todas las naciones además de Israel…
Más adelante le dijo a María en referencia al niño: “He aquí, este está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel” (Lucas 2:34), dando a entender que para quienes le rechacen será considerado una “piedra de tropiezo” (1 Pedro 2:8), pero los que confíen el El serán resucitados a una nueva vida (Efesios 2:6).
La percepción espiritual de este hombre sencillo, pero lleno de una fe extraordinaria, transformó un evento familiar en un hecho trascendente y profético para el Mesías de Israel…
Recordemos: Andar en el Espíritu transforma nuestra vida y la de quienes nos rodean…

1 comentario:

  1. Es cierto, cultivamos tan poco nuestra espiritualidad y todo lo que ello conlleva, que se nos pasan como si nada muchos acontecimientos que son promesa de Dios hecha realidad palpable.
    Y tantas veces son tantos los hipócritas que se felicitan por el Nacimiento del Niño, pero disienten de los mandatos del Hombre. ¡eso sí que es deleznable!

    ¡fuerte abrazo desde Asunción!
    ¡Feliz año nuevo y feliz década!

    margen

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