“Nadie se detiene a pensar en la sabiduría que encierra esta fiesta fundamental que disfrazamos con arbolitos recargados a fuerza de mal gusto, piononos untados con mayonesa rancia, furiosas peleas intrafamiliares y regalos olvidables” (Omar Bello)
La Navidad que tanto entusiasmo comercial suele ocasionar, se pierde detrás de innumerables elementos y tradiciones que nada tienen que ver con la verdadera razón de su festejo… Los regalos, de todo tipo y color, ocupan sin lugar a dudas el primer escalón de preferencias en este período del año…
¿Cuál es el origen de esta costumbre? ¿Qué significado tienen los regalos de Navidad?
Seguramente, entre otras razones, es posible que compartir obsequios en Noche Buena sea un lejano eco de lo que verdaderamente sucedió cuando nació el Mesías de Israel en Belén…
“Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:10-11)
Es interesante observar el derrotero de los magos… Buscaban un Rey de un país que no conocían y fueron tras una estrella que les mostraba el camino… Todo parece muy extraño, pero nos hace pensar que eran sinceros buscadores de Dios y Su Verdad…
En referencia a la “estrella” escribió John Mac Arthur: “Esta no pudo ser una supernova o una conjunción de los planetas, como algunas modernas teorías sugieren, por la forma en la que la estrella se movió y se detuvo en un lugar específico. Es más probable una realidad sobrenatural similar a la Shekiná (Presencia de Dios) que guió a los israelitas en los días de Moisés”
Dios conocía el corazón de estos hombres y les guió exactamente al lugar donde anhelaban llegar… Y fue allí donde se transformaron en los primeros adoradores de Aquel que merece toda adoración…
Mathew Henry describe ese momento: “Se presentaron ante El: Postrándose, le adoraron. No leemos que dieran tal honor a Herodes, aunque se hallaba en la cima de su regio esplendor; pero a este bebé le dieron tal honor, no solo como rey, sino como a Dios. Todos los que han encontrado a Cristo no se contentan con inclinarse ante El, como se inclina uno ante la grandeza, la bondad, el genio o el heroísmo; a Cristo no se le puede clasificar como a otro ser humano cualquiera; ante El es preciso caer de rodillas y someterse a su imperio. Es el Señor”
Un grupo de hombres buscando la Verdad de Dios al encontrarla respondieron en adoración… la consecuencia normal e inmediata fue ofrecerle al Mesías sus presentes como lo haría cualquier oriental delante de la Majestad Real…
¿Qué le ofrecieron? ¿Cuáles fueron aquellos regalos de Navidad?... Mateo dice que sus tesoros eran “oro, incienso y mirra”… Oro: Como símbolo de realeza y divinidad… Incienso: Como símbolo de la oración que se dirige a Dios… Mirra: Como símbolo de sufrimiento pues se usaba para embalsamar los cadáveres…
Concretamente, le ofrecieron oro por ser el Rey de Reyes, incienso por ser Dios en forma humana y mirra como el hombre que habría de morir por nuestros pecados… Su expresión de adoración genuina fue el mejor regalo para Aquel niño de Belén… No se agasajaron a sí mismos sino al Merecedor de todo Honor… ¿Qué hubiéramos hecho nosotros? ¿Quién merece el mejor regalo de Navidad?
Recordemos: En Navidad honremos al Rey que vino a humillarse hasta la muerte por nosotros…
La Navidad que tanto entusiasmo comercial suele ocasionar, se pierde detrás de innumerables elementos y tradiciones que nada tienen que ver con la verdadera razón de su festejo… Los regalos, de todo tipo y color, ocupan sin lugar a dudas el primer escalón de preferencias en este período del año…
¿Cuál es el origen de esta costumbre? ¿Qué significado tienen los regalos de Navidad?
Seguramente, entre otras razones, es posible que compartir obsequios en Noche Buena sea un lejano eco de lo que verdaderamente sucedió cuando nació el Mesías de Israel en Belén…
“Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros: oro, incienso y mirra” (Mateo 2:10-11)
Es interesante observar el derrotero de los magos… Buscaban un Rey de un país que no conocían y fueron tras una estrella que les mostraba el camino… Todo parece muy extraño, pero nos hace pensar que eran sinceros buscadores de Dios y Su Verdad…
En referencia a la “estrella” escribió John Mac Arthur: “Esta no pudo ser una supernova o una conjunción de los planetas, como algunas modernas teorías sugieren, por la forma en la que la estrella se movió y se detuvo en un lugar específico. Es más probable una realidad sobrenatural similar a la Shekiná (Presencia de Dios) que guió a los israelitas en los días de Moisés”
Dios conocía el corazón de estos hombres y les guió exactamente al lugar donde anhelaban llegar… Y fue allí donde se transformaron en los primeros adoradores de Aquel que merece toda adoración…
Mathew Henry describe ese momento: “Se presentaron ante El: Postrándose, le adoraron. No leemos que dieran tal honor a Herodes, aunque se hallaba en la cima de su regio esplendor; pero a este bebé le dieron tal honor, no solo como rey, sino como a Dios. Todos los que han encontrado a Cristo no se contentan con inclinarse ante El, como se inclina uno ante la grandeza, la bondad, el genio o el heroísmo; a Cristo no se le puede clasificar como a otro ser humano cualquiera; ante El es preciso caer de rodillas y someterse a su imperio. Es el Señor”
Un grupo de hombres buscando la Verdad de Dios al encontrarla respondieron en adoración… la consecuencia normal e inmediata fue ofrecerle al Mesías sus presentes como lo haría cualquier oriental delante de la Majestad Real…
¿Qué le ofrecieron? ¿Cuáles fueron aquellos regalos de Navidad?... Mateo dice que sus tesoros eran “oro, incienso y mirra”… Oro: Como símbolo de realeza y divinidad… Incienso: Como símbolo de la oración que se dirige a Dios… Mirra: Como símbolo de sufrimiento pues se usaba para embalsamar los cadáveres…
Concretamente, le ofrecieron oro por ser el Rey de Reyes, incienso por ser Dios en forma humana y mirra como el hombre que habría de morir por nuestros pecados… Su expresión de adoración genuina fue el mejor regalo para Aquel niño de Belén… No se agasajaron a sí mismos sino al Merecedor de todo Honor… ¿Qué hubiéramos hecho nosotros? ¿Quién merece el mejor regalo de Navidad?
Recordemos: En Navidad honremos al Rey que vino a humillarse hasta la muerte por nosotros…
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