sábado, 5 de diciembre de 2009

Las mentiras del enemigo


En nuestros momentos de prueba y tentación, Satanás viene a nosotros, trayéndonos mentiras como: “Estás completamente rodeado y no hay salida. Siervos más fuertes que tú han caído en circunstancias menos difíciles. Ahora te toca caer. Eres un fracaso, de otra manera no estarías pasando por esto. Algo está mal en tu vida y Dios está descontento contigo”.

En medio de su prueba, Ezequías reconoció su incapacidad. Este rey se dio cuenta de que no tenía la fuerza para detener las voces de ira en su contra, voces de desánimo, de amenazas y de mentiras. El sabía que no podía librarse de esta batalla, así que buscó al Señor para que lo ayude. Y Dios le respondió, enviándole al profeta Isaías, con este mensaje: “El Señor ha oído tu clamor. Ahora, dile al Satanás que está a tus puertas: ‘Eres tú el que caerá. Por el mismo camino por donde viniste, te irás’”.

Ezequías por poco cayó en el truco del enemigo. El hecho es que si no nos ponemos de pie para enfrentar las mentiras de Satanás, si en nuestra hora de crisis, no nos dirigimos a la fe y a la oración, si no obtenemos fuerzas de las promesas de liberación que Dios nos ha dado, el diablo se reirá de nuestra débil e inconstante fe, e intensificará sus ataques.

Ezequías cobró valor por la palabra que recibió, y fue capaz de decirle con firmeza a Senaquerib: “Rey Diablo, tú no has blasfemado mi nombre, sino el de Dios mismo. Mi Señor me librará. ¡Y porque blasfemaste Su Nombre, enfrentarás su ira!”

La Biblia nos dice que Dios libró sobrenaturalmente a Ezequías y a Judá esa misma noche: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos” (2 Reyes 19:35).


Hoy, los creyentes no están de pie sólo sobre una promesa sino sobre la sangre derramada de Jesucristo. Y en esa sangre tenemos victoria sobre todo pecado, tentación y batalla que alguna vez enfrentemos. Quizás usted ha recibido una carta del diablo, recientemente. Permítame preguntarle: “¿Cree usted que Dios tiene el anticipado conocimiento respecto a cada una de sus pruebas, cada uno de sus torpes movimientos, cada una de sus dudas y temores? Si es así, usted cuenta con el ejemplo de David, el cual oró: “Este pobre clamó y el Señor lo libró”. ¿Se atreverá usted a hacer lo mismo?


David Wilkerson


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