Nos encontramos en un punto apasionante de la historia. Hace varios años algunos intérpretes de la profecía bíblica consideraron que la Unión Europea sería el imperio final del que habla el libro Daniel, en el pasaje del capítulo 2, versículos 31 al 45.
Si leemos este texto vemos que se habla de una estatua con cabeza de oro, cuerpo de plata, bronce, hierro; y finalmente con pies formados por hierro mezclado con barro. Se relata en el mismo libro la interpretación que da el profeta judío a Nabucodonosor, que es quien había visto la estatua en sueños. El propio libro de Daniel explica que este reino aparentemente poderoso sería derribado por una piedra que viene rodando desde una gran montaña. Revela el propio texto bíblico que esos pies serían una especie de nuevo Imperio Romano, pero de países que -al ser representados como hierro mezclado con barro- se mezclarían sin unirse realmente, siendo por ello fuertes y débiles a la vez. El problema de la interpretación literal -que mencionábamos al inicio de este Editorial- sobre la identificación de los diez reinos con la UE fue que la Unión Europea pasó de diez naciones a los veintisiete miembros que la conforman hoy. Una ruptura parcial por todos los problemas económicos que están surgiendo podría reducir el número de naciones que la integran. Pero quizás lo de menos es el número exacto de naciones, ya que las cifras pueden tener un valor simbólico, y simplemente representar a un amplio número de naciones unidas sin que sus fuerzas les sirvan para detener los circunstancias que se les vienen encima, el simple rodar de los hechos, que hará que la aparentemente poderosa estatua –imperio- se venga abajo. Y en esto sí que hay imágenes más o menos recientes que nos vienen inmediatamente a la memoria. Las Torres Gemelas derrumbándose en unos pocos minutos, tras un ataque terrorista imposible e imprevisto en el país más fortificado y seguro de la Tierra. Y el 11M de Madrid, y el 11J de Londres. Sus ecos aún retumban en los oídos y corazones de todos quienes lo vivimos. El imperio de moderna sociedad del bienestar arruinado por los «bárbaros de oriente». El mundo entero agrietándose angustiado, viniéndose abajo como un castillo de naipes, tras explotar la inflada burbuja de la avaricia. El imperio del dinero, de rodillas, mendigando una prórroga sin intereses. Un continente completo, la moderna Europa, colapsada y asfixiada por las cenizas de un volcán de nombre impronunciable, en la lejana Islandia. El imperio de la ciencia y la tecnología abatido por un pequeño capricho de la naturaleza. Piedras que simplemente ruedan, y al chocar con los pies del gigante poderoso recuerdan con estrépito que el poder y la gloria humanos son sólo hierro mezclado con barro. Ni más ni menos. Podremos estar de acuerdo o no con lo que los intérpretes quieren ver en el libro de Daniel. Pero lo que no debemos ni podemos dudar es sobre la realidad de nuestras naciones: poderosas estatuas cuyos pies, en los que se apoyan, son de hierro y barro. Que su vida y la nuestra, querido lector, busque y tenga fundamentos mucho más sólidos.
Redacción es la Dirección de Protestante Digital
Si leemos este texto vemos que se habla de una estatua con cabeza de oro, cuerpo de plata, bronce, hierro; y finalmente con pies formados por hierro mezclado con barro. Se relata en el mismo libro la interpretación que da el profeta judío a Nabucodonosor, que es quien había visto la estatua en sueños. El propio libro de Daniel explica que este reino aparentemente poderoso sería derribado por una piedra que viene rodando desde una gran montaña. Revela el propio texto bíblico que esos pies serían una especie de nuevo Imperio Romano, pero de países que -al ser representados como hierro mezclado con barro- se mezclarían sin unirse realmente, siendo por ello fuertes y débiles a la vez. El problema de la interpretación literal -que mencionábamos al inicio de este Editorial- sobre la identificación de los diez reinos con la UE fue que la Unión Europea pasó de diez naciones a los veintisiete miembros que la conforman hoy. Una ruptura parcial por todos los problemas económicos que están surgiendo podría reducir el número de naciones que la integran. Pero quizás lo de menos es el número exacto de naciones, ya que las cifras pueden tener un valor simbólico, y simplemente representar a un amplio número de naciones unidas sin que sus fuerzas les sirvan para detener los circunstancias que se les vienen encima, el simple rodar de los hechos, que hará que la aparentemente poderosa estatua –imperio- se venga abajo. Y en esto sí que hay imágenes más o menos recientes que nos vienen inmediatamente a la memoria. Las Torres Gemelas derrumbándose en unos pocos minutos, tras un ataque terrorista imposible e imprevisto en el país más fortificado y seguro de la Tierra. Y el 11M de Madrid, y el 11J de Londres. Sus ecos aún retumban en los oídos y corazones de todos quienes lo vivimos. El imperio de moderna sociedad del bienestar arruinado por los «bárbaros de oriente». El mundo entero agrietándose angustiado, viniéndose abajo como un castillo de naipes, tras explotar la inflada burbuja de la avaricia. El imperio del dinero, de rodillas, mendigando una prórroga sin intereses. Un continente completo, la moderna Europa, colapsada y asfixiada por las cenizas de un volcán de nombre impronunciable, en la lejana Islandia. El imperio de la ciencia y la tecnología abatido por un pequeño capricho de la naturaleza. Piedras que simplemente ruedan, y al chocar con los pies del gigante poderoso recuerdan con estrépito que el poder y la gloria humanos son sólo hierro mezclado con barro. Ni más ni menos. Podremos estar de acuerdo o no con lo que los intérpretes quieren ver en el libro de Daniel. Pero lo que no debemos ni podemos dudar es sobre la realidad de nuestras naciones: poderosas estatuas cuyos pies, en los que se apoyan, son de hierro y barro. Que su vida y la nuestra, querido lector, busque y tenga fundamentos mucho más sólidos.
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