Ricardo Saavedra
¿Cuanto tiempo hace que nos vienen anunciando desde el Gobierno la presentación de la Ley de Libertad Religiosa? ¿Cuando dejará de ser un borrador y pasará a ser una realidad en el BOE? ¿A qué le tiene tanto miedo Zapatero?
Cada día podemos escuchar y leer a los medios nacional católicos para eclesiales la demanda, la exigencia de que se aplique en los países musulmanes la libertad religiosa. Se obvia deliberadamente que en la mayoría de los países musulmanes existe absoluta libertad de culto, y lo que no existe es únicamente la libertad de prédica fuera del ámbito de los recintos religiosos. Aún así se les llena la boca y la rotativa de inflamadas defensas de los derechos de los católicos en esos herejes países dejados de la mano de Dios.
Pero si una Ley española pretende lleva a la práctica legislativa en nuestro Estado lo que tanto demandan esas piadosas voces, entonces, "con la Iglesia hemos topado, Sancho". ¡Hasta ahí podríamos llegar!
España es católica por la Gracia de Dios (como era Franco caudillo, por cierto) y aunque no más del 30% de los declarantes del IRPF marquen la casilla de la Iglesia Católica, y las Iglesias estén llenas sólo en las grandes ocasiones, en España no se puede concebir ningún otro "statu quo" que el dominio social e ideológico de la jerarquía católica y sus símbolos.
A fin de cuentas el Artículo 16.3 de la Constitución Española dice que "Ninguna confesión tendrá carácter estatal". Así que, por tanto, no pude prevalecer en los ámbitos públicos del Estado ninguna simbología religiosa de una confesión determinada.
Es verdad que en ese mismo artículo dice que "Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica....." pero el legislador Constituyente tuvo visión de futuro, y añadió: ".... y las demás confesiones".
Hoy en día, la sociedad española, mal que le pese a unos cuantos, ha cambiado, y ya no es mayoritariamente católica, por mucho que se siga bautizando a los niños. La sociedad española ha experimentado una modificación esencial en su mapa religioso, y no es porque la inmigración o la conversión haya generado un crecimiento de otras comunidades religiosas distintas a la católica, sino porque lo que ha desaparecido en un porcentaje muy amplio de la sociedad, es el sentimiento religioso.
Lo lógico y democrático, por tanto, es que en todos aquellos ámbitos de actuación de la Administración del Estado, en sus dependencias y en sus protocolos, desaparezca cualquier signo que relacione al Estado con cualquier confesión determinada, y se permita a los ciudadanos la libre expresión de sus creencias o la falta de ellas, sin más limitaciones que el respeto a la convivencia y a la libertad de los demás.
El falso debate de "prohibir crucifijos y permitir velos" es intrínsecamente perverso y malintencionado, ya que no se puede poner en el mismo nivel la imposición de un signo confesional en un centro estatal, con la demostración personal de una sensibilidad religiosa ¿o acaso se entendería que se prohibiera la exhibición de un crucifijo, una medalla de la Virgen, un rosario, etc, que se usara personalmente?
Ya veremos en que queda al final el borrador de la Ley, y cuanto se atreve Zapatero a llevarle la contraria a la Iglesia Católica. Hasta que no se pueda hablar de política sin que se oiga el "frufrú" de las sotanas, España no será realmente libre.
¿Cuanto tiempo hace que nos vienen anunciando desde el Gobierno la presentación de la Ley de Libertad Religiosa? ¿Cuando dejará de ser un borrador y pasará a ser una realidad en el BOE? ¿A qué le tiene tanto miedo Zapatero?
Cada día podemos escuchar y leer a los medios nacional católicos para eclesiales la demanda, la exigencia de que se aplique en los países musulmanes la libertad religiosa. Se obvia deliberadamente que en la mayoría de los países musulmanes existe absoluta libertad de culto, y lo que no existe es únicamente la libertad de prédica fuera del ámbito de los recintos religiosos. Aún así se les llena la boca y la rotativa de inflamadas defensas de los derechos de los católicos en esos herejes países dejados de la mano de Dios.
Pero si una Ley española pretende lleva a la práctica legislativa en nuestro Estado lo que tanto demandan esas piadosas voces, entonces, "con la Iglesia hemos topado, Sancho". ¡Hasta ahí podríamos llegar!
España es católica por la Gracia de Dios (como era Franco caudillo, por cierto) y aunque no más del 30% de los declarantes del IRPF marquen la casilla de la Iglesia Católica, y las Iglesias estén llenas sólo en las grandes ocasiones, en España no se puede concebir ningún otro "statu quo" que el dominio social e ideológico de la jerarquía católica y sus símbolos.
A fin de cuentas el Artículo 16.3 de la Constitución Española dice que "Ninguna confesión tendrá carácter estatal". Así que, por tanto, no pude prevalecer en los ámbitos públicos del Estado ninguna simbología religiosa de una confesión determinada.
Es verdad que en ese mismo artículo dice que "Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica....." pero el legislador Constituyente tuvo visión de futuro, y añadió: ".... y las demás confesiones".
Hoy en día, la sociedad española, mal que le pese a unos cuantos, ha cambiado, y ya no es mayoritariamente católica, por mucho que se siga bautizando a los niños. La sociedad española ha experimentado una modificación esencial en su mapa religioso, y no es porque la inmigración o la conversión haya generado un crecimiento de otras comunidades religiosas distintas a la católica, sino porque lo que ha desaparecido en un porcentaje muy amplio de la sociedad, es el sentimiento religioso.
Lo lógico y democrático, por tanto, es que en todos aquellos ámbitos de actuación de la Administración del Estado, en sus dependencias y en sus protocolos, desaparezca cualquier signo que relacione al Estado con cualquier confesión determinada, y se permita a los ciudadanos la libre expresión de sus creencias o la falta de ellas, sin más limitaciones que el respeto a la convivencia y a la libertad de los demás.
El falso debate de "prohibir crucifijos y permitir velos" es intrínsecamente perverso y malintencionado, ya que no se puede poner en el mismo nivel la imposición de un signo confesional en un centro estatal, con la demostración personal de una sensibilidad religiosa ¿o acaso se entendería que se prohibiera la exhibición de un crucifijo, una medalla de la Virgen, un rosario, etc, que se usara personalmente?
Ya veremos en que queda al final el borrador de la Ley, y cuanto se atreve Zapatero a llevarle la contraria a la Iglesia Católica. Hasta que no se pueda hablar de política sin que se oiga el "frufrú" de las sotanas, España no será realmente libre.
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