La actuación contradice la tolerancia cero que exige el Papa. Fue condenado a ocho años por abusar de un monaguillo
JESÚS BASTANTE
JESÚS BASTANTE
Lo primero que hizo Luis José Beltrán Calvo sacerdote de 45 años edad que fue condenado en 2004 a ocho años de prisión por abusar sexualmente de un monaguillo en su parroquia de Alcalá La Real (Jaén) cuando salió, el pasado marzo, de prisión fue acudir a la parroquia de la Inmaculada en Mengíbar, el pueblo de sus padres, y celebrar misa.
Lo hizo solo, a última hora de la tarde. Y es que, pese a la condena (ha cumplido dos tercios de ella y se encuentra en libertad condicional), no ha sido suspendido eclesiásticamente. Algo cuando menos paradójico si se tiene en cuenta la nueva política de "tolerancia cero" auspiciada por Benedicto XVI, que prevé la expulsión de aquellos sacerdotes condenados por pederastia. Incluso, como afirmó la pasada semana el promotor de Justicia del Vaticano, "el infierno será peor" para los sacerdotes que abusen de niños.
El sacerdote se ganó la confianza de la madre del menor, de diez años
Beltrán, no obstante, aún es, a todos los efectos, sacerdote católico. Es más: la diócesis no sólo no le condenó en su día, sino que le defendió después de su entrada en prisión.
El caso llega justo en la semana en la que se espera que Benedicto XVI proclame, ante varias decenas de miles de curas, una solemne petición de perdón por los casos de pederastia entre el clero católico y por la falta de medidas claras para evitar esta lacra.
En España se conocen casi una treintena de casos. En 12 de ellos ha habido condenas judiciales. El Vaticano dice que investiga otros 14 casos.
El Obispado dice que no se le han encomendado misiones pastorales
Beltrán vive en casa de sus padres y, según aseguran diversos testigos, intenta pasar desapercibido, como informaba ayer Diario de Jaén. Desde que regresó sólo sale de casa para acudir a la parroquia. "Ya ha dado alguna misa con gente", afirma un vecino, que no quiere dar su nombre, y que siente "cierta lástima" por el cura pederasta. "Ya ha pagado su deuda", dice. No piensa así la familia del monaguillo que sufrió abusos sexuales continuados por parte del sacerdote, que sin embargo no ha querido opinar sobre la salida de prisión del condenado.
Desde el Obispado de Jaén tampoco se quiere azuzar la polémica. Fuentes de la diócesis se limitaron a confirmar a Público que el sacerdote ya se encuentra en libertad condicional y que vive en Mengíbar junto a su familia. No niegan ni afirman que esté oficiando misa, aunque recuerdan que Beltrán no ha sido sancionado canónicamente. Esto supone que, con la ley de la Iglesia en la mano, nadie puede impedir que oficie la Eucaristía, ni siquiera el párroco de La Inmaculada. "No está suspendido a divinis ni se le ha reducido al estado laical", sostiene un sacerdote de la diócesis.
El Obispado recuerda que el cura no tiene encomendada ninguna misión pastoral, ni se prevé que el actual obispo, Ramón del Hoyo, le otorgue función alguna. Tampoco se espera que formule ninguna medida canónica contra él.
"No está suspendido a divinis", precisa un cura de la diócesis
Detenido en 2001
El caso de Luis José Beltrán se conoció en abril de 2001, cuando fue detenido, aunque se remonta a septiembre de 1994. Aquel año, el sacerdote pederasta fue destinado a la aldea de Charilla, cerca de la localidad jiennense deAlcalá la Real. Allí se ganó la confianza de una mujer que atravesaba problemas en su matrimonio. Más tarde convenció a su hijo, de diez años, para que fuera su monaguillo.
Según sentenció la Audiencia Provincial de Jaén y confirmó en 2004 el Tribunal Supremo (TS), entre 1995 y 1998 el sacerdote abusó sexualmente del niño, abofeteándole incluso en alguna ocasión cuando se resistía a las agresiones. En marzo de 2004, el TS le condenó a ocho años de prisión y a pagar una indemnización de 12.202 euros.
A su vez, el alto tribunal declaró probado que los superiores del sacerdote, que tenía 37 años en el momento de su condena, conocieron los hechos por boca de una orientadora familiar, pero no realizaron investigación alguna. Una vez más, la política del silencio y el dejar pasar se convirtió en moneda de cambio en lo tocante a abusos sexuales entre el clero español.
Apoyo del obispo
De hecho, el anterior obispo de Jaén, Santiago García Aracil, emitió un comunicado tras la sentencia del Tribunal Supremo en el que se ponía del lado de su sacerdote. "No condeno moralmente a este hermano en el sacerdocio negándole credibilidad cuando afirma que no tiene conciencia de ser responsable de los delitos que se le imputan", señaló el prelado. Y añadió: "Considero deber mío, como padre y pastor, estar al lado de los sacerdotes en todos los momentos y situaciones para ofrecerles aquello que necesiten".
García Aracil, al tiempo que aclaraba su respeto por la decisión de la Justicia, pedía a Dios que iluminara a los jueces. No fue la única muestra de solidaridad con el cura condenado por abusos sexuales. Sus compañeros de la comarca, después del fallo en contra de Beltrán, aprovecharon el final de una misa para leer un comunicado conjunto en el que, textualmente, se hacía constar: "Creemos en la inocencia absoluta de nuestro hermano sacerdote". Una inocencia que, como se demostró, no era tal, y que le costó ocho años de prisión.
Si no los denuncian y además los encubren es porque así encubren también su propia pedofilia.
¿Hasta cuándo va a estar cobrando el Concordato esta gentuza?
Me niego a que un sólo céntimo de mis impuestos vaya a parar a las sucias manos de esta MAFIA.
¿Hasta cuándo va a estar cobrando el Concordato esta gentuza?
Me niego a que un sólo céntimo de mis impuestos vaya a parar a las sucias manos de esta MAFIA.
En la próxima misa que oficie, yo le ponía, en vez de dos monaguillos, un par de guardias civiles.
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