viernes, 3 de julio de 2009

Padres, no amigos


Padres, no amigos
Nunca fue tarea breve ni fácil educar a los hijos y tampoco hay razones para suponer que eso haya cambiado a mejor. El ´jarabe de palo´ y ´la letra con sangre entra´ marcan un estilo represivo y humillante que dejó una herencia no buena precisamente.
Llegamos a odiar tanto los tics dictatoriales que palabras como autoridad, disciplina, orden y rigor pasaron a generar rechazo por la manipulación a la que fue sometido su significado. Cuando empezó a sonar lo de ser amigos de los hijos cabía pensar en el intento de desposeer a la educación de tintes represivos para mantener la autoridad en el acompañamiento responsable a una personalidad en proceso de formación, pero no. Desapareció la autoridad. Se pasó a querer gustar a los hijos, a ser sus ´coleguillas´ y padres ´enrollaos´. Se cambió el “no se puede tener todo en la vida” —en palabras de mi madre: No puede ser teta y sopas— por “haz lo que quieras mientras seas feliz”. Educación permisiva a base de cosas materiales pero sin límites ni criterios. Los dejamos huérfanos sin más. Eso no es progresismo sino dejación de responsabilidades. Hoy encontramos niños con más capacidad de acción que de reflexión, que nunca interiorizan valores intangibles como la espera o el esfuerzo, y ni hablemos del ahorro, la austeridad o la renuncia. Niños con el síndrome del emperador que se consideran no sólo el centro del mundo sino con autoridad suficiente para manejar a quienes viven en él, pequeños tiranos que serán los grandes dictadores del mañana. De ahí a adolescentes conflictivos y problemáticos al borde de la delincuencia que creen poder tenerlo todo y que tienen derecho a todo, sólo hay un paso. Por fortuna todavía quedan padres y madres que asumen ser modelo y referencia de sus hijos. Aunque se saben falibles no tienen miedo a decir que ´no´ cuando la situación lo requiere. Padres y madres que aman a sus hijos y por eso los disciplinan y corrigen, cuya firmeza no es tiranía, arbitrariedad ni maltrato. Padres y madres que saben que la reprensión —con “n” intercalada— y el amor deben ir cogidos de la mano y ni se les pasa por la cabeza hacer nada que provoque la ira de sus hijos. Padres y madres convencidos de que si no ejercen de tales están sometiendo a sus hijos al peor de los maltratos. Luego… ya sabemos que los hijos pasarán sin más remedio por el amor y el odio simultáneo a sus padres, pero un día madurarán. Entonces seguirán su propio camino y valoraran con equilibrio tanto su labor como la ternura con que los criaron.
Luis Ruiz es ingeniero y escritor L. Ruiz,
ProtestanteDigital.com

2 comentarios:

  1. Felicitaciones!!excelente post,como decia mi padre en el punto medio esta la virtud,el tema pasa por contener y demarcar limites en las edades correctas,si de niño lo entienden y aprenden es dificil se pierdan de adolescentes,logicamente cometeran los errores propios de la edad pero minimizados,crecer es siempre doloroso pero necesario para poder ser seres adultos responsables,concientes y compasivos.Un cordial saludo

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  2. Un cordial saludo para usted también
    José Carlos

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