domingo, 1 de noviembre de 2009

¿Cómo niñitos?


Cuando hay un grupo de niños jugando, es común que ante cualquier diferencia que surja entre ellos, corran a quejarse a sus madres, acusando al que los afectó. Es una actitud típica de niños.
Pero, ¿qué ocurre cuando los adultos hacemos lo mismo? Si tenemos un problema, en vez de solucionarlo, ¿nos quejamos a otros? ¿A quién? Por lo general, al menos indicado. No podemos ya ir a nuestras madres, como cuando éramos pequeños. Tampoco elegimos quejarnos con quien nos molestó... no, vamos a otro...¡y con alguien ajeno al problema, nos quejamos de lo que nos sucede!

¿Sabe lo que dice la Biblia con respecto a las quejas?
“Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta” (Santiago 5:9)
¿Y sabe que el no quejarse, es parte de un aprendizaje de paciencia?
“Por lo tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca... Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor... Habéis oído de la paciencia de Job y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:7-11)
¿Qué deberíamos hacer en lugar de quejarnos?
"¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración.... Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:13,16)
Ahora bien, hasta este punto, ¿no sabíamos que la Biblia enseñaba eso y nos sumergimos en el pasado, en un mar de quejas condenatorias y hemos quizás arrastrado a otros con nosotros?
Alguien dijo: “Nadie es tan insignificante como para estar seguro de que su ejemplo no hará daño”
¿Qué hacer en ese caso?
“Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:19-20)
Sabemos ya de nuestro error. Compartamos con los demás lo que aprendimos y ayudémosles a corregirlo.
Alguien dijo: “Santo no es quien nunca cae, sino quien cae y se levanta”
Recordemos: La Palabra de Dios nos da oportunidades continuas de corrección y nuevo comienzo. Solo tenemos que aprovecharlas.



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