Evangelio según San Marcos, capítulo 5, versículos del 21 al 43
21. "Oísteis que fue dicho a los antepasados: "No matarás"; el que matare será reo de condenación".
22. Mas Yo os digo: "Todo aquel que se encoleriza contra su hermano, merece la condenación; quien dice a su hermano "racá" merece el sanhedrín; quien le dice "necio" merece la gehenna del fuego.
23. Si, pues, estás presentando tu ofrenda sobre el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo que reprocharte,
24. deja allí tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
25. Ponte en paz, sin tardar, con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que él te entregue al juez y el juez al alguacil; y te pongan en la cárcel.
26. En verdad te digo, que no saldrás de allí sin que hayas pagado hasta el último centavo"
.27. "Oísteis que fue dicho: "No cometerás adulterio".
28. Mas Yo os digo: "Quienquiera mire a una mujer codiciándola, ya cometió con ella adulterio en su corazón.
29. Si, pues, tu ojo derecho te hace tropezar, arráncatelo y arrójalo lejos de ti; más te vale que se pierda uno de tus miembros y no que sea echado todo tu cuerpo en la gehenna.
30. Y si tu mano derecha te es ocasión de tropiezo, córtala y arrójala lejos de ti; más te vale que se pierda uno de tus miembros y no que sea echado todo tu cuerpo en la gehenna".
31. "También ha sido dicho: "Si alguno repudia a su mujer, que le dé un acta de repudio".
32. Mas Yo os digo: "Quienquiera repudie su mujer, si no es por causa de fornicación, se hace causa de que se cometa adulterio con ella; y el que toma a una mujer repudiada comete adulterio".
33. "Oísteis también que fue dicho a los antepasados: "No perjurarás, sino que cumplirás al Señor lo que has jurado".
34. Mas Yo os digo que no juréis de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
35. ni por la tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
36. Ni jures tampoco por tu cabeza, porque eres incapaz de hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos.
37. Diréis (solamente): Sí, sí; No, no. Todo lo que excede a esto, viene del Maligno".
38. "Oísteis que fue dicho: "Ojo por ojo y diente por diente".
39. Mas Yo os digo: no resistir al que es malo; antes bien, si alguien te abofeteare en la mejilla derecha, preséntale también la otra.
40. Y si alguno te quiere citar ante el juez para quitarte la túnica, abandónale también tu manto. 41. Y si alguno te quiere llevar por fuerza una milla, ve con él dos.
42. Da a quien te pide, y no vuelvas la espalda a quien quiera tomar prestado de ti".
43. "Oísteis que fue dicho: "Amarás a tu prójimo, y odiarás a tu enemigo".
COMENTARIO
28. Es muy importante distinguir entre la inclinación y la voluntad. No hemos de sorprendernos de sentir el mal deseo ni tener escrúpulo de él, porque esto es lo normal; pecado sería consentir en lo que sentimos. Dios saca de él ocasión de mérito grandísimo cuando lo confesamos con plena desconfianza de nosotros mismos, y entonces nos da la fuerza para despreciarlo. Por eso Santiago (1, 12) llama bienaventuranza la tentación en el hombre recto.
29 s. Véase Lev. 24, 19 s. Por ojo derecho y por mano derecha entiende Jesucristo cualquier cosa que nos sea tan preciosa como los miembros más necesarios de nuestro cuerpo.
31 s. Véase Deut. 24, 1. Jesús suprime aquí el divorcio que estaba tolerado por Moisés, y proclama la indisolubilidad del matrimonio. Si no es por causa de fornicación: no quiere decir que en el caso de adulterio de la mujer, el marido tenga el derecho de casarse con otra, sino solamente de apartar la adúltera. El vínculo del matrimonio subsiste hasta la muerte de uno de los dos contrayentes (19, 6; Marc. 10, 11; Luc. 16, 18; Rom. 7, 2; I Cor. 7, 10 s. y 39).
34 . Véase Ley. 19, 12; Núm. 30, 3; Deut. 23, 21 ss. No se prohibe el juramento, sino el abuso de este acto solemne y santo.
38. Referencia a la Ley del Talión. Véase Deut. 19, 21; Lev. 24, 20 y Ex. 21, 24 con su nota explicativa.
40. Véase Miq. 2, 8 ss.
42. Da a quien te pide: "No digáis, observa un maestro de vida espiritual: gasto mis bienes. Estos bienes no son vuestros, son bienes de los pobres, o más bien, son bienes comunes, como el sol, el aire y todas las cosas" (Deut. 15, 8; Ecli. 12, 1 s. y notas).
43. Odiarás a tu enemigo: Importa mucho aclarar que esto jamás fue precepto de Moisés, sino deducción teológica de los rabinos que "a causa de sus tradiciones habían quebrantado los mandamientos de Dios" (15, 9 ss.; Marc. 7, 7 ss.) y a quienes Jesús recuerda la misericordia con palabras del A. T. (9, 3; 12, 7). El mismo Jesús nos enseña que Yahvé - el gran "Yo soy" - cuya voluntad se expresa en el Antiguo Testamento, es su Padre (Juan 8, 54) y no ciertamente menos santo que Él, puesto que todo lo que Él tiene lo recibe del Padre (11, 27), al cual nos da precisamente por Modelo de la caridad evangélica, revelándonos que en la misericordia está la suma perfección del Padre (5, 48 y Luc. 6, 35). Esta misericordia abunda en cada página del A. T. y se le prescribe a Israel, no sólo para con el prójimo (Ex. 20, 16; 22, 26; Lev. 19, 18; Deut. 15, 12; 27, 17; Prov. 3, 28, etc.), sino también con el extranjero (Ex. 22, 21; 23, 9; Lev. 19, 33; Deut. 1, 16; 10, 18; 23, 7; 24, 14; Mal. 3, 5, etc.). Véase la doctrina de David en S. 57, 5 y nota. Lo que hay es que Israel era un pueblo privilegiado, cosa que hoy nos cuesta imaginar, y los extranjeros estaban naturalmente excluidos de su comunidad mientras no se circuncidaban (Ex. 12, 43; Lev. 22, 10; Núm. 1, 51; Ez. 44, 9), y no podían llegar a ser sacerdote, ni rey (Núm. 18, 7; Deut. 17, 15), ni casarse con los hijos de Israel (Ex. 34, 16; Deut. 7, 3; 25, 5; Esdr. 10, 2; Neh. 13, 27). Todo esto era ordenado por el mismo Dios para preservar de la idolatría y mantener los privilegios del pueblo escogido y teocrático (cf. Deut. 23, 1 ss.), lo cual desaparecería desde que Jesús aboliese la teocracia, separando lo del César y lo de Dios. Los extranjeros residentes eran asimilados a los israelitas en cuanto a su sujeción a las leyes (Lev. 17, 10; 24, 16; Núm. 19, 10; 35, 15; Deut. 31, 12; Jos. 8, 33); pero a los pueblos perversos como los amalecitas (Ex. 17, 14; Deut. 25, 19), Dios mandaba destruirlos por ser enemigos del pueblo Suyo (cf. S. 104, 14 ss. y nota). ¡Ay de nosotros si pensamos mal de Dios (Sab. 1, 1) y nos atrevemos a juzgarlo en su libertad soberana! (cf. S. 147, 9 y nota). Aspiremos a la bienaventuranza de no escandalizarnos del Hijo (11, 6 y nota) ni del Padre (Juec. 1, 28; 3, 22; I Rey. 15, 2 ss). "Cuidado con querer ser más bueno que Dios y tener tanta caridad con los hombres, que condenemos a Aquel que entregó su Hijo por nosotros".
44 s. Como se ve, el perdón y el amor a los enemigos es la nota característica del cristianismo. Da a la caridad fraterna su verdadera fisonomía, que es la misericordia, la cual, como lo confirmó Jesús en su Mandamiento Nuevo (Juan 13, 34 y 15, 12), consiste en la imitación de su amor misericordioso. El cristiano, nacido de Dios por la fe, se hace coheredero de Cristo por la caridad (Lev. 19, 18; Luc. 6, 27; 23, 34; Hech. 7, 59; Rom. 12, 20).
48. Debe notarse que este pasaje se complementa con el de Luc. 6, 36. Aquí Jesús nos ofrece como modelo de perfección al Padre Celestial, que es bueno también con los que obran como enemigos suyos, y allí se aclara y confirma que, en el concepto de Jesús, esa perfección que hemos de imitar en el divino Padre, consiste en la misericordia (Ef. 2, 4; 4, 32; Col. 3, 13). Y ¿por qué no dice aquí imitar al Hijo? Porque el Hijo como hombre es constante imitador del Padre, como nos repite tantas veces Jesús (Juan, 5, 19 s. y 30; 12, 44 . y 49; etc.), y adora al Padre, a quien todo lo debe. Sólo el Padre no debe a nadie, porque todo y todos proceden de Él (Juan 14, 28 ).
28. Es muy importante distinguir entre la inclinación y la voluntad. No hemos de sorprendernos de sentir el mal deseo ni tener escrúpulo de él, porque esto es lo normal; pecado sería consentir en lo que sentimos. Dios saca de él ocasión de mérito grandísimo cuando lo confesamos con plena desconfianza de nosotros mismos, y entonces nos da la fuerza para despreciarlo. Por eso Santiago (1, 12) llama bienaventuranza la tentación en el hombre recto.
29 s. Véase Lev. 24, 19 s. Por ojo derecho y por mano derecha entiende Jesucristo cualquier cosa que nos sea tan preciosa como los miembros más necesarios de nuestro cuerpo.
31 s. Véase Deut. 24, 1. Jesús suprime aquí el divorcio que estaba tolerado por Moisés, y proclama la indisolubilidad del matrimonio. Si no es por causa de fornicación: no quiere decir que en el caso de adulterio de la mujer, el marido tenga el derecho de casarse con otra, sino solamente de apartar la adúltera. El vínculo del matrimonio subsiste hasta la muerte de uno de los dos contrayentes (19, 6; Marc. 10, 11; Luc. 16, 18; Rom. 7, 2; I Cor. 7, 10 s. y 39).
34 . Véase Ley. 19, 12; Núm. 30, 3; Deut. 23, 21 ss. No se prohibe el juramento, sino el abuso de este acto solemne y santo.
38. Referencia a la Ley del Talión. Véase Deut. 19, 21; Lev. 24, 20 y Ex. 21, 24 con su nota explicativa.
40. Véase Miq. 2, 8 ss.
42. Da a quien te pide: "No digáis, observa un maestro de vida espiritual: gasto mis bienes. Estos bienes no son vuestros, son bienes de los pobres, o más bien, son bienes comunes, como el sol, el aire y todas las cosas" (Deut. 15, 8; Ecli. 12, 1 s. y notas).
43. Odiarás a tu enemigo: Importa mucho aclarar que esto jamás fue precepto de Moisés, sino deducción teológica de los rabinos que "a causa de sus tradiciones habían quebrantado los mandamientos de Dios" (15, 9 ss.; Marc. 7, 7 ss.) y a quienes Jesús recuerda la misericordia con palabras del A. T. (9, 3; 12, 7). El mismo Jesús nos enseña que Yahvé - el gran "Yo soy" - cuya voluntad se expresa en el Antiguo Testamento, es su Padre (Juan 8, 54) y no ciertamente menos santo que Él, puesto que todo lo que Él tiene lo recibe del Padre (11, 27), al cual nos da precisamente por Modelo de la caridad evangélica, revelándonos que en la misericordia está la suma perfección del Padre (5, 48 y Luc. 6, 35). Esta misericordia abunda en cada página del A. T. y se le prescribe a Israel, no sólo para con el prójimo (Ex. 20, 16; 22, 26; Lev. 19, 18; Deut. 15, 12; 27, 17; Prov. 3, 28, etc.), sino también con el extranjero (Ex. 22, 21; 23, 9; Lev. 19, 33; Deut. 1, 16; 10, 18; 23, 7; 24, 14; Mal. 3, 5, etc.). Véase la doctrina de David en S. 57, 5 y nota. Lo que hay es que Israel era un pueblo privilegiado, cosa que hoy nos cuesta imaginar, y los extranjeros estaban naturalmente excluidos de su comunidad mientras no se circuncidaban (Ex. 12, 43; Lev. 22, 10; Núm. 1, 51; Ez. 44, 9), y no podían llegar a ser sacerdote, ni rey (Núm. 18, 7; Deut. 17, 15), ni casarse con los hijos de Israel (Ex. 34, 16; Deut. 7, 3; 25, 5; Esdr. 10, 2; Neh. 13, 27). Todo esto era ordenado por el mismo Dios para preservar de la idolatría y mantener los privilegios del pueblo escogido y teocrático (cf. Deut. 23, 1 ss.), lo cual desaparecería desde que Jesús aboliese la teocracia, separando lo del César y lo de Dios. Los extranjeros residentes eran asimilados a los israelitas en cuanto a su sujeción a las leyes (Lev. 17, 10; 24, 16; Núm. 19, 10; 35, 15; Deut. 31, 12; Jos. 8, 33); pero a los pueblos perversos como los amalecitas (Ex. 17, 14; Deut. 25, 19), Dios mandaba destruirlos por ser enemigos del pueblo Suyo (cf. S. 104, 14 ss. y nota). ¡Ay de nosotros si pensamos mal de Dios (Sab. 1, 1) y nos atrevemos a juzgarlo en su libertad soberana! (cf. S. 147, 9 y nota). Aspiremos a la bienaventuranza de no escandalizarnos del Hijo (11, 6 y nota) ni del Padre (Juec. 1, 28; 3, 22; I Rey. 15, 2 ss). "Cuidado con querer ser más bueno que Dios y tener tanta caridad con los hombres, que condenemos a Aquel que entregó su Hijo por nosotros".
44 s. Como se ve, el perdón y el amor a los enemigos es la nota característica del cristianismo. Da a la caridad fraterna su verdadera fisonomía, que es la misericordia, la cual, como lo confirmó Jesús en su Mandamiento Nuevo (Juan 13, 34 y 15, 12), consiste en la imitación de su amor misericordioso. El cristiano, nacido de Dios por la fe, se hace coheredero de Cristo por la caridad (Lev. 19, 18; Luc. 6, 27; 23, 34; Hech. 7, 59; Rom. 12, 20).
48. Debe notarse que este pasaje se complementa con el de Luc. 6, 36. Aquí Jesús nos ofrece como modelo de perfección al Padre Celestial, que es bueno también con los que obran como enemigos suyos, y allí se aclara y confirma que, en el concepto de Jesús, esa perfección que hemos de imitar en el divino Padre, consiste en la misericordia (Ef. 2, 4; 4, 32; Col. 3, 13). Y ¿por qué no dice aquí imitar al Hijo? Porque el Hijo como hombre es constante imitador del Padre, como nos repite tantas veces Jesús (Juan, 5, 19 s. y 30; 12, 44 . y 49; etc.), y adora al Padre, a quien todo lo debe. Sólo el Padre no debe a nadie, porque todo y todos proceden de Él (Juan 14, 28 ).
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El Evangelio es mucho más exigente en el Amor que la Ley de Moisés. Me he fijado en 31 s.:”Jesús suprime aquí el divorcio que estaba tolerado por Moisés, y proclama la indisolubilidad del matrimonio. Si no es por causa de fornicación: no quiere decir que en el caso de adulterio de la mujer, el marido tenga el derecho de casarse con otra, sino solamente de apartar la adúltera. El vínculo del matrimonio subsiste hasta la muerte de uno de los dos contrayentes”
ResponderEliminarSegún la ley de Moisés, el marido podía despachar a la mujer por cualquier cosa: ser mala cocinera, no darle hijos, ser gritona etc. La mujer no podía hacer nada al respecto. No tenía derecho alguno. Solo era una propiedad más del amo y señor de la casa, con valor aproximado a un esclavo o un buey.
La interpretación que se da aquí pretende decir que SOLO POR CAUSA DE ADULTERIO DE ELLA admitía Jesús el divorcio. Sigue siendo una interpretación completamente machista. A mi me parece que lo que dice Jesús es que LOS DOS pueden cometer adulterio.
La interpretación de que solo era la mujer la culpable de adulterio, se ha mantenido en las leyes civiles de países cristianos, como el nuestro, hasta muy avanzado el siglo XX. Hasta entonces, el marido no era considerado culpable de ello, SI NO METIA A LA AMANTE EN CASA. De ahí que tantos maridos “pusieran pisito” a sus queridas, y no pasaba nada. La esposa se tenía que callar. La ley de aborto ha dado a la esposa igualdad de derechos. Esto no quiere decir que el ideal no sea el matrimonio para siempre. Pero cuando un hogar se convierte en un infierno ¿no es mejor separarse antes que llegar a desear morir o la muerte del otro?. “Hasta que la muerte os separe”.
Roser Puig
Lo ideal seria siempre Roser ..todo aquello que apesar de "los malos tragos ..que en todos los "lugares los hay ....las personan CONTINUEN QUERIENDOSE ....ahí es donde todo funciona ,cuando se tiene AMOR Y LIBERTAD
ResponderEliminarUn abrazo enorme
Arcoiris