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Este articulo fue censurado después de ser publicado en el diario en papel Galicia Hoy y eliminado, después de un comunicado de la iglesia católica y de la intervención directa del arzobispado de Compostela, del formato digital.
Por favor, leed, opinad esparcid..... más allá de las fronteras.
Después de siglos de dominación, la Iglesia Católica no se dio cuenta de que el sincretismo religioso que practica la gente gallega no es una ruptura calculada de su doctrina apostólica y romana sino una creación propia y singular de este pueblo, una más. Santiago de Compostela y, en este sentido, un fecundo resultado de la batalla histórica entre la ortodoxia vaticana y el paganismo local. También el Camino. Por eso todos los intentos de reducir la espiritualidad de ese caminar a una expresión unívoca de una fe suprema en Dios, son una maniobra retorcida, calculada, para capitalizar un símbolo cultural y humano de Europa, reconocido como patrimonio de todos. En este sentido la visita del Papa Benedicto XVI a Compostela deja fuera de esta celebración a los millares de ciudadanos que no profesan la religión católica ni le tienen fidelidad a uno de los patriarcas eclesiásticos que más ha hecho por estigmatizar y apartar del seno de la Iglesia a los que no asumen su visión fundamentalista de la fe y sus tesis retrógradas y dañinas, alérgicas al tiempo en que vivimos.
El desembarco papal no iría más allá de la descortesía política con las minorías no soportan su presencia si no fuera porque esas minorías –más o menos masivas, pero siempre despreciadas por Núñez Feijoo contribuyen con su dinero a sufragar la inminente diatriba papal, disfrazada de mensaje de amor.
El pasado domingo, en los diferentes oficios celebrados en las parroquias gallegas, los clérigos ya exigieron a la feligresía el correspondiente impuesto revolucionario. A golpe de cepillo, como acostumbran a hacer. Puede que la voluntad de las ovejas haya sido sustraída por sus pastores pero ese, sinceramente, no es el problema de los que no pertenecemos a la secta; menos aún la de aquellos que ni siquiera aspiramos a cambiar el maltrecho rumbo moral de la institución. Si los practicantes quieren poner diez o veinte euros de su bolsillo para avalar la operación de márqueting de la Xunta de Galicia y coronar un Xacobeo solo grande en cifras de turistas, pues adelante. Pero no es admisible que ese saqueo millonario de las arcas públicas se produzca sin consulta previa, amparándose en el supuesto beneficio que le reportará a la ciudad de Santiago la invasión de las hordas católicas.
Habrá más efectos colaterales en el recorrido de esta visita fetichista y pirotécnica del Papa. La suspensión del espacio civil, la clausura de la libre circulación y el desarrollo de un estado de sitio efectivo, entre ellos. Controles policiales, restricción del tráfico y registros domiciliarios, incluidos, que afectarán particularmente a todas y todos aquellos cuya voluntad y libre albedrío van a ser vulnerados en aras de un rédito político que, con esto cuentan los organizadores del sarao, beneficiará a todos los personajes que tengan acceso a la fotografía oficial.
El alejamiento de la Iglesia Católica es un hecho y he aquí que tenemos un gobierno que subvenciona las proclamas delirantes y las bombas de racimo dialécticas de la Conferencia Episcopal Española. Los obispos, los que concelebrarán la eucaristía express en el Obradoiro, le pedían ayer a los niños que en la noche de Halloween –el Samaín céltico, la Víspera de todos los Santos– vistan precisamente de ídem, de santos, y no de brujas, ni de zombis, ni de calaveras, para “estimular” la vida cristiana y luchar contra lo profano de esta celebración tan poco pedagógica. Propongo otros estilismos mucho más edificantes y píos: una Santa Águeda con los pechos cortados encima de una bandeja, una virgen romana violada, un San Lorenzo con quemaduras de tercer grado, o un San Sebastián, cubierto de plasma y flechas. Si es cierto que la sangre de los mártires es simiente de vida cristiana, no se a que esperan esos pequeños para sumarse a esta fiesta.
POR FRAN P. LORENZO
Este articulo fue censurado después de ser publicado en el diario en papel Galicia Hoy y eliminado, después de un comunicado de la iglesia católica y de la intervención directa del arzobispado de Compostela, del formato digital.
Por favor, leed, opinad esparcid..... más allá de las fronteras.
Después de siglos de dominación, la Iglesia Católica no se dio cuenta de que el sincretismo religioso que practica la gente gallega no es una ruptura calculada de su doctrina apostólica y romana sino una creación propia y singular de este pueblo, una más. Santiago de Compostela y, en este sentido, un fecundo resultado de la batalla histórica entre la ortodoxia vaticana y el paganismo local. También el Camino. Por eso todos los intentos de reducir la espiritualidad de ese caminar a una expresión unívoca de una fe suprema en Dios, son una maniobra retorcida, calculada, para capitalizar un símbolo cultural y humano de Europa, reconocido como patrimonio de todos. En este sentido la visita del Papa Benedicto XVI a Compostela deja fuera de esta celebración a los millares de ciudadanos que no profesan la religión católica ni le tienen fidelidad a uno de los patriarcas eclesiásticos que más ha hecho por estigmatizar y apartar del seno de la Iglesia a los que no asumen su visión fundamentalista de la fe y sus tesis retrógradas y dañinas, alérgicas al tiempo en que vivimos.
El desembarco papal no iría más allá de la descortesía política con las minorías no soportan su presencia si no fuera porque esas minorías –más o menos masivas, pero siempre despreciadas por Núñez Feijoo contribuyen con su dinero a sufragar la inminente diatriba papal, disfrazada de mensaje de amor.
El pasado domingo, en los diferentes oficios celebrados en las parroquias gallegas, los clérigos ya exigieron a la feligresía el correspondiente impuesto revolucionario. A golpe de cepillo, como acostumbran a hacer. Puede que la voluntad de las ovejas haya sido sustraída por sus pastores pero ese, sinceramente, no es el problema de los que no pertenecemos a la secta; menos aún la de aquellos que ni siquiera aspiramos a cambiar el maltrecho rumbo moral de la institución. Si los practicantes quieren poner diez o veinte euros de su bolsillo para avalar la operación de márqueting de la Xunta de Galicia y coronar un Xacobeo solo grande en cifras de turistas, pues adelante. Pero no es admisible que ese saqueo millonario de las arcas públicas se produzca sin consulta previa, amparándose en el supuesto beneficio que le reportará a la ciudad de Santiago la invasión de las hordas católicas.
Habrá más efectos colaterales en el recorrido de esta visita fetichista y pirotécnica del Papa. La suspensión del espacio civil, la clausura de la libre circulación y el desarrollo de un estado de sitio efectivo, entre ellos. Controles policiales, restricción del tráfico y registros domiciliarios, incluidos, que afectarán particularmente a todas y todos aquellos cuya voluntad y libre albedrío van a ser vulnerados en aras de un rédito político que, con esto cuentan los organizadores del sarao, beneficiará a todos los personajes que tengan acceso a la fotografía oficial.
El alejamiento de la Iglesia Católica es un hecho y he aquí que tenemos un gobierno que subvenciona las proclamas delirantes y las bombas de racimo dialécticas de la Conferencia Episcopal Española. Los obispos, los que concelebrarán la eucaristía express en el Obradoiro, le pedían ayer a los niños que en la noche de Halloween –el Samaín céltico, la Víspera de todos los Santos– vistan precisamente de ídem, de santos, y no de brujas, ni de zombis, ni de calaveras, para “estimular” la vida cristiana y luchar contra lo profano de esta celebración tan poco pedagógica. Propongo otros estilismos mucho más edificantes y píos: una Santa Águeda con los pechos cortados encima de una bandeja, una virgen romana violada, un San Lorenzo con quemaduras de tercer grado, o un San Sebastián, cubierto de plasma y flechas. Si es cierto que la sangre de los mártires es simiente de vida cristiana, no se a que esperan esos pequeños para sumarse a esta fiesta.
POR FRAN P. LORENZO
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