martes, 2 de noviembre de 2010

Las ceremonias pseudoreligiosas de Torres Queiruga y el escándalo de Mondoñedo



Estimado José Carlos: Ya veo que tu espacio en la red no está como las villas antiguas que sólo vieron pasar vecinos hacia el cementerio. Lo tienes lleno de vida. Enhorabuena.
Te escribo desde Sulmona, ciudad famosa por ser la original de Ovidio, el poeta ("Sulmo Mihi Patria Est"). Estoy pasando el fin de semana con amigos que me contaron los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial en lo que parece un lugar idílico al pie de las montañas. En fin, son recuerdos de personas mayores que sirven para que no nos olvidemos del valor de la paz, de la santa paz de Dios.
Bien. Haya paz, pero, también, justicia. Seamos justos.
Por lo que me dices en tus notas, y por lo que hemos hablado de ti en Roma (y en Sulmona, donde se encuentra nuestro experto en Derecho Canónico), está claro que no debes cejar en tu intento de poner las cosas en claro.
Con la tenacidad que te caracteriza, veo que estás exponiendo al público a las figuras de la tragedia en que te ves envuelto. Alguien puede pensar que te mueve a ello el rencor, o que abusas de la imagen pública de esos miembors del clero.
Tú sabrás qué responderles. Ahora bien, no estás haciendo burla ni del juez que intervino en esa sentencia de nulidad ("insostenible" según dos fuentes vaticanas diferentes) ni de los actores de lo que a la risa, por lo que tiene de pallasada: la boda civil del sacerdote sin dispensa y la "boda folclórica" celebrada por el teólogo que da teorías consideradas heréticas. No te burlas de ellos. Simplemente das a conocer sus tristes figuras.
Para mí que las almas de estos personajes no descansarán en paz hasta que se arrepientan, reconozcan sus errores y reparen el mal hecho.
El juez debe reconocer que no actuó como Dios manda, sino que se dejó llevar por falsedades y maquinaciones.
El e
x-sacerdote (no debemos considerar sacerdote a quien toca la Hostia con manos sucias de lujuria) debe deshacer el matrimonio que convierte en bígama a la mujer objeto de su pasión; y, después de eso, deberá decidir si vuelve al rebaño que conduce el Señor o si prefiere secularizarse verdadera y honradamente.
El teólogo heterodoxo (por no llamarle herético) está obligado a reconocer que no se puede andar con juegos circenses mientras se detenta una postura destacada en la Iglesia, y a distanciarse de quien vive manifiestamente en pecado mortal.
Nunca olvidaré que mi primo el cura (un buen cura de aldea, de los que hacen de todo por sus feligreses), cuando era seminarista se enfadaba con los primos menores que querían "jugar a la misa". Decía que "no se juega con el Santo Sacrificio" y les reprendía.
Había algo que lo irritaba especialmente: que las niñas intervinieran en la
parodia.
Deberían tomar nota esos señores teólogos (que alardean de Teología) de lo que ya había en el alma de un muchacho al que quizá ellos desprecien por falta de capacidad para expresar altos conceptos.
La Fe es algo muy grande. Una vecina de mi infancia, que iba al "templo" (una casa humilde de culto evangélico), cuando sus correligionarios le echaban en cara que no fuera capaz de leer las Escrituras, respondía "No sé leer, pero sé creer".
No era mala cosa quienes se dicen católicos tomasen lección de esa alma simple y desviada en la fe. Si son católicos, deben saber creer todo lo que pertenece a la Religión que tienen por Verdadera. Que no lean tanto, ni escriban tantísimo. Y que crean.
Sólo así hallarán la paz.
Un fuerte abrazo, esperando tu pronta presencia entre nosotros en la Urbe Romana. Hay puertas que esperan tu llamada y, detrás de ellas, brazos abiertos.

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