No se puede dudar que Monseñor Romero se convirtió en figura universal. No es él por supuesto, el único cristiano, ni siquiera el único obispo asesinado. Pero por la calidad de su vida y obra, por las circunstancias históricas de su martirio, se convirtió en figura universal.
Si él no es un mártir cristiano, ¿quien lo será? Para los pobres no hay duda alguna; para los canonistas puede seguir habiéndola: si murió por defender la fe, si murió pacientemente...Karl Rahner, en un escrito de antes de su propia muerte reflexiono teológicamente sobre la necesidad de ampliar el concepto tradicional de martirio, y escribió: “¿por qué no habría de ser mártir un Monseñor Romero, por ejemplo, caído en la lucha por la justicia en la sociedad, en una lucha que el hizo desde sus más profundas convicciones cristianas? me gustaría interpretar estas palabras de Rahner como el elogio de un gran teólogo a un gran obispo.
Recordar a Monseñor Romero no significa, pues aislarlo de los demás mártires ni exaltarlo de tal modo que los otros queden en la penumbra. Recordar a Monseñor Romero es más bien recordar a muchos otros, mantener vivos a tantos profetas y mártires, campesinos y delegados de la Palabra. Es, sobre todo recordar a miles de mártires inocentes, indefensos y sin nombre; Es recordar a todo un pueblo crucificado; cuyos nombres nunca se conocerán públicamente, pero que están integrados para siempre en Monseñor Romero.
En vida fue “voz de los sin voz”. En muerte es “nombre de los que quedaron sin nombre”.
Creo que seria un error querer canonizarlo, el pueblo ya lo hizo santo.
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