Las escuelas de Amsterdam serán las primeras en recibir los libros que enseñan el nuevo concepto de pareja, y los maestros y padres decidirán si se compartirá las clases con el material.
Holanda vuelve a romper otro tabú social: a partir del próximo curso escolar en Europa, que arranca en septiembre, la editorial Noordhoff distribuirá libros de estudio para escuelas de enseñanza básica y secundaria en los cuales desaparece la definición clásica de pareja, formada por un hombre y una mujer.
Los escolares del país estudiarán que las parejas también pueden estar conformadas por dos hombres o por dos mujeres. «Los homosexuales: gays y lesbianas pueden, perfectamente, crear sus propias familias y cuidar de sus hijos. No hay nada en contra de ello», se afirma en uno de los capítulos del Manual de Biogía (primer curso) de secundaria, citado por la radio holandesa.
Los escolares del país estudiarán que las parejas también pueden estar conformadas por dos hombres o por dos mujeres. «Los homosexuales: gays y lesbianas pueden, perfectamente, crear sus propias familias y cuidar de sus hijos. No hay nada en contra de ello», se afirma en uno de los capítulos del Manual de Biogía (primer curso) de secundaria, citado por la radio holandesa.
El testimonio plurimilenario y culturalmente multiforme que la historia aporta demuestra que la familia basada en el matrimonio es la constante expresión primaria de la sociedad humana.
Por ser expresión originaria de la sociedad humana, la familia constituye la primera unidad básica de toda sociedad civil y de la consiguiente comunidad política en todas las formas elementales o desarrolladas que esta fue adquiriendo.
No es una simple entidad intermedia, ni creación de la autoridad, si no realidad social antecedente y condicionadota de la autoridad pública.
Constituye por lo tanto la familia primera, insustituible e inigualable escuela humana y ciudadana de los hijos.
Esta familia fundada en el matrimonio es objeto hoy en día de un poderoso y organizado ataque, que debe de calificarse de feroz en la triple acepción de este adjetivo,
La familia se encuentra hoy en el punto crítico de la gran lucha entre el bien y el mal, que nos presenta el mundo contemporáneo en el punto focal de la lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte.
Afirman los mentores de la nueva concepción paganizante de la vida que esa familia tradicional, consagrada por los siglos, paso y debe pasar a la historia. Y tiene que ser sustituida. ¿Cómo? Negando la singularidad de la misma e imponiendo la pluralidad de nuevas formas familiares. De la morfología unitaria y exclusiva hay que ir a una morfología plural permisivista. Todo tipo de uniones deben albergarse bajo el manto protector de esa morfología nueva. También todas las uniones de hecho, incluso las de los homosexuales.
En consecuencia, los referidos mentores propugnan y están imponiendo un nuevo vocabulario, una terminología ajustada a sus pretensiones.
Ni en el Cairo ni en Pekín se menciono aquel término sacro. Ya no hay cónyuges o esposos, simplemente compañeros, cualificados con el adjetivo lábil de sentimentales. El sustantivo igualmente sagrado de madre y su derivado maternidad desaparecieron. Sólo debe hablarse de mujer. Nada de sexos debe prevalecer, y se impuso ya en documentos políticos el término “orientación sexual”, abierto a todas las especies de unión que la nueva morfología familiar abarca.
El vocablo humano, generación o gestación, se va suplantando por la palabra reproducción, término común en los manuales de zoología. Suprimamos por su matiz peyorativo el sustantivo aborto y digamos simplemente interrupción voluntaria del embarazo para centrar la atención en un pretendido derecho de la mujer y apartar la mirada del ser indefenso asesinado en el seno materno.
Continúan los corifeos de la antifamilia con su letanía de despropósitos. Para ellos, la familia no es un bien, si no un mal, porque coarta la omnímoda libertad del hombre y somete a este a obligaciones perpetúas.
Y las feministas radicales no vacilan en concluir que el matrimonio y la familia, tal como los entendió y vivió siempre la humanidad son inventos culturales, sin base natural, montados para imponer los dominios del varón sobre la mujer.
La familia y el matrimonio -añaden- y la nueva morfología familiar son meros asuntos privados, sin trascendencia social ni pública. No interesan a la sociedad. Y el matrimonio es una simple agrupación bipersonal, igual que cualquier contrato bilateral sometido por entero a la voluntad de las partes y por eso resoluble en cualquier momento.
Por ser expresión originaria de la sociedad humana, la familia constituye la primera unidad básica de toda sociedad civil y de la consiguiente comunidad política en todas las formas elementales o desarrolladas que esta fue adquiriendo.
No es una simple entidad intermedia, ni creación de la autoridad, si no realidad social antecedente y condicionadota de la autoridad pública.
Constituye por lo tanto la familia primera, insustituible e inigualable escuela humana y ciudadana de los hijos.
Esta familia fundada en el matrimonio es objeto hoy en día de un poderoso y organizado ataque, que debe de calificarse de feroz en la triple acepción de este adjetivo,
La familia se encuentra hoy en el punto crítico de la gran lucha entre el bien y el mal, que nos presenta el mundo contemporáneo en el punto focal de la lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte.
Afirman los mentores de la nueva concepción paganizante de la vida que esa familia tradicional, consagrada por los siglos, paso y debe pasar a la historia. Y tiene que ser sustituida. ¿Cómo? Negando la singularidad de la misma e imponiendo la pluralidad de nuevas formas familiares. De la morfología unitaria y exclusiva hay que ir a una morfología plural permisivista. Todo tipo de uniones deben albergarse bajo el manto protector de esa morfología nueva. También todas las uniones de hecho, incluso las de los homosexuales.
En consecuencia, los referidos mentores propugnan y están imponiendo un nuevo vocabulario, una terminología ajustada a sus pretensiones.
Ni en el Cairo ni en Pekín se menciono aquel término sacro. Ya no hay cónyuges o esposos, simplemente compañeros, cualificados con el adjetivo lábil de sentimentales. El sustantivo igualmente sagrado de madre y su derivado maternidad desaparecieron. Sólo debe hablarse de mujer. Nada de sexos debe prevalecer, y se impuso ya en documentos políticos el término “orientación sexual”, abierto a todas las especies de unión que la nueva morfología familiar abarca.
El vocablo humano, generación o gestación, se va suplantando por la palabra reproducción, término común en los manuales de zoología. Suprimamos por su matiz peyorativo el sustantivo aborto y digamos simplemente interrupción voluntaria del embarazo para centrar la atención en un pretendido derecho de la mujer y apartar la mirada del ser indefenso asesinado en el seno materno.
Continúan los corifeos de la antifamilia con su letanía de despropósitos. Para ellos, la familia no es un bien, si no un mal, porque coarta la omnímoda libertad del hombre y somete a este a obligaciones perpetúas.
Y las feministas radicales no vacilan en concluir que el matrimonio y la familia, tal como los entendió y vivió siempre la humanidad son inventos culturales, sin base natural, montados para imponer los dominios del varón sobre la mujer.
La familia y el matrimonio -añaden- y la nueva morfología familiar son meros asuntos privados, sin trascendencia social ni pública. No interesan a la sociedad. Y el matrimonio es una simple agrupación bipersonal, igual que cualquier contrato bilateral sometido por entero a la voluntad de las partes y por eso resoluble en cualquier momento.
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