lunes, 9 de agosto de 2010

Más allá de la esperanza humana


Llega un tiempo en que ciertas situaciones de la vida están más allá de la esperanza humana. No hay consejero, doctor, ni medicina ni cualquier otra cosa que pueda ayudar. La situación se ha vuelto imposible. Se requiere un milagro, o si no acabará en devastación.



Durante esos tiempos, la única esperanza que queda es que alguien pueda llegar a Jesús. No importa quien sea, padre, madre, o niño. Esa persona tiene que tomar la responsabilidad de agarrarse de Jesús. Y tienen que determinar, “Yo no me voy hasta que me hable el Señor. El tiene que decirme, ‘Esta hecho. Ahora puedes irte.’”



En el Evangelio de Juan, encontramos una familia en una crisis así: “Había en Capernaúm un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo” (Juan 4:46) Esta era una familia distinguida, tal vez de realeza. Un espíritu de muerte estaba sobre esa casa, mientras los padres cuidaban de su hijo que estaba muriendo. Pudo haber habido otros miembros de la familia en la casa, tal vez tíos o tías, abuelos, o algún otro hijo. Se nos dice que todo el hogar creyó, incluyendo los sirvientes. “[El padre] creyó él con toda su casa” (4:53).



Alguien en esa angustiada familia sabía quién era Jesús, y había escuchado de su poder milagroso. Y de alguna manera, la noticia llegó al hogar de que Jesús estaba en Caná, como a cuarenta kilómetros de distancia. En desesperación, el padre se propuso poder llegar al Señor. Las escrituras nos dicen “Cuando oyó aquel que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a él” (4:47).



Este oficial del rey tenía una determinación fuerte y llegó a Jesús. La Biblia dice que él “le rogó que descendiera y sanara a su hijo, que estaba a punto de morir” (4:47). Qué cuadro maravilloso de intercesión. Este hombre dejó todo a un lado para buscar que el Señor le diese una palabra.



Cristo le respondió, “Si no veis señales y prodigios, no creeréis” (4:48). ¿Qué quiso decir Jesús con esto? El le estaba diciendo a este oficial del rey que una milagrosa liberación no era su necesidad más grande. En lugar de eso, la necesidad más importante era la fe de este hombre. Piense sobre esto: Cristo pudo haber ido a la casa de esa familia, pudo haber puesto sus manos sobre el hijo moribundo y sanarlo. Pero lo único que toda esa familia hubiera conocido de Jesús, es que él hacía milagros.



Cristo deseaba más para este hombre y su familia. El quería que ellos creyeran que él era Dios encarnado. Así que en esencia él le dijo a este oficial del rey “¿Crees que es Dios al que tú le estás suplicando por ayuda? ¿Crees que yo soy el Cristo, el salvador del mundo?” El oficial del rey respondió, “Señor, desciende antes que mi hijo muera” (4:49). En ese momento, Jesús debió de haber visto fe en este hombre. Fue como si Jesús hubiera dicho, “El cree que soy Dios encarnado.” Por que leemos, “Jesús le dijo: Vete; tu hijo vive” (4:50).

David Wilkerson

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