miércoles, 11 de agosto de 2010

Victorino Pérez dice que no hay infierno



Ee un reciente encuentro con los párrocos romanos, dijo Benedicto XVI algo que intranquilizará a algunos católicos, pero tendrá sin cuidado a otros muchos: «El infierno existe y es eterno». El Papa llego a asegurar no sólo que el inferno existe, sino que no está vacío. Con esa afirmación tan rotunda, supongo que tendrá en su pensamiento a conocidas personas «malísimas» de la historia, junto con tantos pobres desgraciados que morieron «sin confesión», pero también a bastantes clérigos, obispos y mismo papas, como reconoce la iconografía religiosa cristiana y plasmo el mismo Dante en su Divina Comedia.

No es anuncio nuevo; em el año 2007 ya hablara de la existencia del infierno como lugar; algo que a su antecesor, Juan Pablo II, rechazara, corrigiendo en el verano de 1999 el concepto tradicional en cuatro audiencias Una que o máis importante que dijo fue que «Satanás está vencido; Jesús nos libro de su temor».

Aún que sea cierto que «no todos nos presentaremos iguales al banquete del paraíso», como dice el Papa, a mi me cuesta entender la idea del inferno eterno con amor de Dios, pues «la misericordia está por encima del juicio» (Sant 2,13). Ya temos infierno bastante en la tierra como para que debamos temer otro por toda la eternidad.

lA verdadera razón de ser de la religión cristiana -a pesar del mal que lo tiene hecho a veces- no es «librarse de las penas» del infierno o del purgatorio, sino vivir con más autenticidad, más jussticia y más amor, con gozo y con la alegría que nace de una radical esperanza. Jesús de Nazaré no vino castigar a nadie, sino a hablar del amor incondicional de Dios Padre/Madre, que quiere un mundo de verdaderos hermanos, en harmonía con todo el cosmos.

Victorino Pérez


Respuesta a Victorino Pérez:










Si hay un peligro mortal ante nosotros, el amor exige que quienes lo saben alerten a todos cuanto antes. El infierno es no solo un peligro mortal sino también eterno. Es en realidad la desgracia total y definitiva que nos puede ocurrir. “El que desprecia el infierno o lo olvida, no escapará de él.” -San Juan Crisóstomo.

Dios es amor. "(Dios) quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" ( 2 P. 3,9). Por ese amor infinito envió a su único Hijo, Quien se hizo hombre y murió por nuestra salvación. Pero si no nos convertimos a El en el tiempo limitado que tenemos en la tierra, si nos obstinamos en seguir viviendo en pecado mortal, entonces iremos al infierno. No podremos culpar a Dios. El ya lo hizo nos abrió las puertas del cielo. Pero no nos forzará a entrar.
Los que niegan el infierno no conocen la Palabra de Dios. Se dejan llevar por un mundo que se burla u opta por ignorar las realidades más importantes. Pero les ocurrirá como a los compatriotas de Noé que se reían mientras el construía el arca para sobrevivir el diluvio. Todos los que se burlan también morirán y no podrán escapar la realidad.
El temor al infierno. Los cristianos no debemos basar nuestra buena conducta en miedo del infierno sino en el amor a Dios. Pero es saludable recordar que hay un justo castigo. El temor nos ayuda a evitar aquello que nos causa daño. En momentos de ceguera y debilidad, cuando la tempestad de la tentación es recia, pensar en el infierno es saludable y provechoso, como también debemos pensar en el amor de Dios. El cristiano debe reconocer la realidad. El temor es parte de la realidad humana que debemos saber integrar sanamente en nuestra persona. Ignorar una realidad que tememos solo logra postergarla hasta que esta ya no se pueda esconder y entonces nos invade y domina.




Cristo vino manso y dócil a salvarnos del dolor y del sufrimiento, Él fue quien más enseñó acerca de la existencia del infierno. ¡Más que ningún otro personaje bíblico! ¿Acaso creen ustedes que el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, se esmeraría en enseñarnos acerca del infierno, si en realidad este lugar no existía... simplemente para asustarnos? ¿En realidad creen ustedes que Dios pondría en los labios de Jesús enseñanzas que permanecerían en las mentes de los apóstoles y en la mente del hombre por 20 siglos, acerca de un lugar que en realidad es inexistente? Mantener una posición como ésta sería una bofetada al carácter e integridad del mensaje entregado a nosotros por el Señor Jesucristo.

Algunas personas dicen: "¡Pero Dios es amor! Dios nunca castigaría a nadie enviándolo a un lugar tal como el infierno!". Pues debo decir que es PELIGROSO construir una doctrina a partir de una premisa equivocada. Digo esto porque en realidad la Biblia enseña que Dios es amor, que Dios posee y demuestra un amor inmensurable e infinito. Sin embargo, la Biblia también nos enseña que Dios es SANTO y JUSTO; que Él es de ojos puros y que no es capaz de mirar iniquidades. Nos enseña que Dios visitará nuestras transgresiones con vara y nuestras iniquidades con azotes; que de ninguna manera Él dejará impune al culpable.

Mucho antes de que el amor de Dios se manifestara en las Escrituras, el gran pensamiento inculcado en la mentalidad de los Hebreos era el siguiente: "Santo, Santo, Santo Jehová de los ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria" (Isaías 6 . La fundación misma de su trono es la santidad, y ningún pecado ha de ser aceptado ante su presencia sin antes ser consumido por el fuego y su ira sagrada.



Respecto del Infierno hay errores muy difundidos: unos creen que el Infierno no existe. Otros creen que sí existe, pero que allí no va nadie, aduciendo que Dios es infinitamente bueno. Pero no hay que olvidar que Dios es, al mismo tiempo, infinitamente justo. Recordemos, también, que el propio Jesucristo nos habló en varias ocasiones sobre la posibilidad que tenemos de condenarnos. Y no sólo nos habló de esa posibilidad, sino que, además, varias veces nos describió ese lugar de castigo eterno. He aquí algunas descripciones por boca de Jesús:

“Los malvados ... los arrojará en el horno ardiente. Allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt. 13, 42). “Y a ese servidor inútil échenlo en la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación” (Mt.25,30). “Malditos: aléjense de Mí, al fuego eterno” (Mt. 25, 41).

Coinciden los Teólogos en que la más horrenda de las penas del Infierno es la pérdida definitiva y para siempre del fin para el cual hemos sido creados los seres humanos: la posesión y el gozo de Dios, viéndolo “cara a cara”. Ya que únicamente Dios puede satisfacer el ilimitado deseo de felicidad que El mismo ha puesto en nuestra alma para ser satisfecho sólo por El, puede comprenderse cuán grande puede ser la pena de no poder disfrutar de lo que se denomina la Visión Beatífica. Para resumir esta pena en palabras de San Agustín, “es tan grande como grande es Dios”.

Otro de los tormentos del Infierno es el sentido de eternidad. Es un sitio de fuego, pero es un fuego distinto al que conocemos en la tierra, pues afectará nuestra alma y nuestro cuerpo, pero no nos destruirá. Es un fuego que no se extingue, ni extingue, sino que es eterno, sin descanso, sin tregua, sin fin ... para siempre ... “El fuego no se apaga, pues han de ser salados con fuego”, nos dijo Jesucristo (Mc. 9, 48-49). Significa esto que el fuego funciona como la sal: es un fuego que conserva y que penetra todo nuestro ser, pues cuerpo y alma recibirá el tormento del infierno.

Y estos horrores del Infierno no deben servir para desviar la atención. Los horrores del infierno no son para que pensemos ¡qué malo es Dios! sino para darnos cuenta del horror del pecado.

El Infierno es una realidad innegable. De hecho, el Infierno es de creencia obligatoria para los Católicos, y es de los dogmas de nuestra fe que presenta mayor número de textos de la Sagrada Escritura que lo sustentan, en los cuales por cierto aparece con diferentes nombres (abismo, horno de fuego, fuego eterno, lugar de tormentos, tinieblas exteriores, gehena, muerte segunda, fuego inextinguible etc.). En resumidas cuentas, el Infierno forma parte, junto con el Cielo y el Purgatorio, de las opciones que nos esperan después de esta vida terrena.



Yo creo en el infierno porque no sólo Jesús lo enseñó, sino que además lo experimentó. Podemos leer en las escrituras que en la cruz del Calvario, Cristo tomó sobre Él los pecados del mundo; Él fue hecho pecado por nosotros, y nuestras culpas les fueron imputadas. Dios el padre miró a su amado Hijo a quien La ha amado por una eternidad, acerca del cual Dios dijo "En Él tengo complacencia", y vio el Cordero, el que limpiaba los pecados del mundo, y Dios demostró, poniendo su santidad por encima del amor por su Unico Hijo, que su santidad es INMUTABLE cuando la Biblia nos dice hubo oscuridad, por que Dios no podía presenciar la impureza que en ese momento reinaba en su Hijo, y en tal soledad, Jesús se vio precisado a exclamar: "Mi Dios, mi Dios, por qué me has desamparado?" (Mateo 27:46) y luego descendió al INFIERNO! (Ver Efesios 4:9 y 10).

En esa oscuridad, al medio día, Cristo sufrió un castigo infinito, ahí, colgando en la Cruz, por nuestros pecados y nuestras rebeliones dijo: "Consumado es" (Juan 19:30)


Algunos teólogos niegan el infierno porque saben que irán a el de cabeza....




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