martes, 28 de septiembre de 2010

El Vaticano silencia al jesuita Roger Haight



Roger Haight, de 72 años, teólogo, pertenece a la Compañía de Jesús. Pero a juicio de las autoridades vaticanas que velan sobre la recta doctrina, el Jesús de sus escritos está demasiado lejos del que se profesa en el Credo.
Las razones esgrimidas para sostener la condena de Haight no son de poco valor. La notificación del año 2004 las detalla meticulosamente. A juicio de las autoridades vaticanas, Haight utiliza un método teológico que subordina los contenidos de la fe a su aceptación por parte de la cultura postmoderna. Y sustituye con símbolos las realidades objetivas definidas por los artículos del Credo.

En consecuencia, se vacían de contenido verdades capitales de la fe cristiana, como la pre-existencia del Verbo, la divinidad de Jesús, la Trinidad, el valor salvífico de la muerte de Jesús, la unicidad y universalidad de la mediación salvífica de Jesús y de la Iglesia, la resurrección de Jesús. Sobre cada uno de estos puntos la notificación vaticana dice cómo y por qué Haight contradice a la doctrina católica.

La divinidad de Jesús

La posición errónea del autor sobre la preexistencia del Hijo-Logos de Dios tiene como consecuencia una comprensión igualmente errónea de la doctrina sobre la divinidad de Jesús. En realidad, usa expresiones como estas: Jesús «debe ser considerado divino» (p. 283) y «Jesucristo (...) debe ser verdadero Dios» (p. 284). Pero se trata de afirmaciones que se han de entender a la luz de su posición sobre Jesús como «mediación» simbólica («medium»): Jesús sería «una persona finita» (p. 205), «una persona humana» (p. 296) y «un ser humano como nosotros» (pp. 205 y 428).
La resurrección de Jesús

La presentación que el autor hace de la resurrección de Jesús depende de su concepción del lenguaje bíblico y teológico como «simbólico de una experiencia históricamente mediada» (p. 131) y del principio según el cual «ordinariamente no se debería suponer que haya sucedido en el pasado algo hoy imposible» (p. 127). Entendida así, la resurrección se presenta como la afirmación de que «Jesús está ontológicamente vivo como un individuo en la esfera de Dios (...), la declaración de Dios de que la vida de Jesús es una verdadera revelación de Dios y una auténtica existencia humana» (p. 151; cf. p. 124).
La resurrección se describe como «una realidad trascendente que sólo se puede reconocer en su valor con una actitud de fe y esperanza» (p. 126). Los discípulos, después de la muerte de Jesús, habrían recordado y habrían reflexionado sobre su vida y su mensaje, particularmente sobre la revelación de Dios como bueno, misericordioso, preocupado por el ser humano y su salvación. Ese recuerdo —de que «lo que Dios inició en el amor, a causa de la ilimitación de ese amor, sigue existiendo en aquel amor, y por eso sobrevive al poder y al carácter definitivo de la muerte» (p. 147)— juntamente con una intervención de Dios como Espíritu, progresivamente hizo surgir esta nueva fe en la resurrección, es decir, en que Jesús estaba vivo y exaltado por el poder salvífico de Dios (cf. p. 146). Además, según la interpretación del autor, «la historicidad del sepulcro vacío y los relatos de las apariciones no son esenciales para la fe y la esperanza en la resurrección» (p. 147, n. 54; cf. pp. 124 y 134). Más bien, esos relatos serían «modos de expresar y de enseñar el contenido de una fe que ya se había formado» (p. 145).
La interpretación del autor lleva a una posición incompatible con la doctrina de la Iglesia. Está elaborada sobre presupuestos equivocados y no sobre los testimonios del Nuevo Testamento, según el cual las apariciones del Resucitado y el sepulcro vacío son el fundamento de la fe de los discípulos en la resurrección de Cristo y no viceversa.


http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20041213_notification-fr-haight_sp.html

Hay que combatir la herejía, arrancarla, impedir que se extienda a través de universidades católicas, seminarios, púlpitos y demás instituciones educativas de la Iglesia. Lo que está en juego es ni más ni menos que la salvación de millones de almas, que son conducidas por el camino del error por los herejes de hoy. Corresponde más al pastor ahuyentar los lobos que a las ovejas huir de los mismos. Y me temo que no es eso lo que está ocurriendo en las últimas décadas. Al menos no con la contundencia y continuidad que debiera.
Señores obispos gallegos, tomen nota de los obispos de Estados Unidos y sigan su ejemplo con las herejías de Torres Queiruga, que no son menos dañinas que las de este jesuita.

El apóstol Pablo habla sobre la gran apostasía que vendrá sobre la tierra en los últimos días. Pero, ¿qué es apostasía? Es el “rechazo de la verdad habiendo ya creído y proclamado”. Simplemente significa alejarse de la verdad de Dios. Pablo escribe sobre la apostasía que vendría:
“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo….os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra....en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2 Tesalonicenses 2:1-3

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