Xabier Pikaza es un gran amigo y teólogo y sus libros unas joyas que son dignas de estudiar, sus libros tienen un gran reconocimiento por su aporte doctrinal en resumen, es un gran hombre de Dios.
Ha sido religioso de la Orden de la Merced y presbítero de la Iglesia católica, siendo catedrático de la Universidad del Episcopado Español.
Con 31 años ya era profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca, y lo ha sido ocupando distintas áreas de docencia hasta el año 2003, año en que cesa como catedrático por diferencias doctrinales y se retira a la vida privada.
Renuncia poco después a la vida religiosa por las tensiones con las posturas más conservadoras de los responsables de la Iglesia Católica y por la persecución que se realiza de su obra y su docencia desde 1985.
Posteriormente contrae matrimonio con María Isabel Pérez Chaves, y continua con su trabajo como investigador en ciencias de las religiones.
Se dedica a escribir libros de sus diversas especialidades dentro de los campos de la Teología, Ética y la Historia Religiosa. Asimismo habitualmente dicta conferencias en diversos lugares de España y América.
En los últimos 10 años ha organizado un seminario de investigación sobre temas fronterizos: Judaísmo y Cristianismo, Análisis social y fe religiosa.
Fue uno de los 9 expertos que no eran ni políticos, víctimas, testigos, o funcionarios del estado, que la Comisión de Investigación de los atentados del 11 de Marzo en Madrid llamó para que diera su opinión y aportará su conocimiento de las implicaciones de este asunto, y lo evaluara desde su área de conocimientos sobre religiones.
Títulos académicos
Doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca (1965), con una tesis sobre Dialéctica del Amor en Ricardo de San Víctor
Doctor en Filosofía por la Universidad de Santo Tomás de Roma (1972), con una tesis sobre Exégesis y filosofía en R. Bultmann
Licenciado y candidato a doctor en Sagrada Escritura por el Instituto Bíblico de Roma (1972)
Obras y publicaciones
Diccionario de las religiones monoteístas (en colaboración con A. Aya), Verbo Divino, Estella. 2008 (en prensa)
Palabras de Amor. Guía del amor humano y cristiano, Desclée de Brouwer, Bilbao 2007
Diccionario Bíblico. Historia y Palabra, Verbo Divino, Estella 2007
Enchiridion Trinitatis, Sec. Trinitario, Salamanca 2005
Violencia y religión en la historia de occidente, Tirant lo Blanch, Valencia 2005
Un autor se confiesa, en Frontera PM 36 (2005)
Dios es Palabra. Teodicea Bíblica, Sal Terrae, Santander 2004
Violencia y diálogo de religiones. Un proyecto de paz, Sal Terrae, Santander 2004
Monoteísmo y Globalización. Moisés, Jesús, Mahoma, Verbo Divino, Estella 2002 (traducción al portugués, Brasil)
Sistema, Libertad, Iglesia. Las instituciones del Nuevo Testamento (Trotta, Madrid 2001) [trad. italiana y portuguesa]
El Fenómeno Religioso (Trotta, Madrid 2000).
Los carismas de la Iglesia. Presencia del Espíritu Santo en la historia (con N. Silanes), Secr.Trinitario, Salamanca 1999
Teología y palabra de Dios, en J. Bosch, Panorama de la teología española, EVD, Estella 1999, 499-516.
El Espíritu Santo en los orígenes de la Iglesia (con S. Guijarro y E. Romero Pose), Universidad de Deusto 1998
El Señor de los ejércitos. Historia y teología de la guerra. PPC, Madrid 1997
Pensar a Dios (con W. Pannemberg y B. Forte), Secretariado Trinitario, Salamanca 1997
Las siete palabras de X. Pikaza, PPC, Madrid 1997
El Señor de los ejércitos, PPC, Madrid 1996
Diccionario Teológico El Dios cristiano (con N. Silanes) Secretariado Trinitario, 1992 (Trad. Portuguesa)
Hombre y mujer en las religiones, Verbo Divino, Estella 1996
La Mujer en las grandes religiones, Desclée de Brouwer, Bilbao 1991
El Misterio de Dios, San Pio X , Madrid 1990
Dios como Espíritu y Persona, Secretariado Trinitario, Salamanca 1989
Hijo eterno y Espíritu de Dios, Secr. Trinitario, Salamanca 1987
El Espíritu Santo y Jesús, Secretariado Trinitario, Salamanca 1982
Experiencia religiosa y cristianismo (Sígueme, Salamanca 1981)
María y el Espíritu Santo, Secretariado Trinitario, Salamanca 1981 (trad. portuguesa)
Evangelio de Jesús y praxis marxista (Marova, Madrid 1977)
Las dimensiones de Dios. La respuesta de la Biblia, Sígueme, Salamanca 1973
La Trinidad en la Biblia (con S. Cipriani, D. Mollat), Secretariado Trinitario, Salamanca 1973
Exégesis y filosofía. El pensamiento de R. Bultmman y O. Cullmann, Casa de la Biblia, Madrid 1972.
DIOS SALVADOR: RECONCILIACIÓN HUMANA
Hemos visto los hombres de Dios (sacerdotes, profetas y sabios). Ahora estudiamos las relaciones Dios con el conjunto de la humanidad, especialmente con su pueblo.
- Todo es obra de Dios y la Biblia el libro que presenta sus acciones; su protagonista es Yahvé a quien vimos como aquel que actúade forma salvadora (cf Ex 3,14; tema 3a).
-El ser humanobusca su propia plenitud. De Dios surge el hombre, como imagen de su plenitud. Por eso, los momentos de acción divina y surgimiento humano se vinculan.
Ahora juntamos ambos temas, destacando los momentos de la relación de Dios y el hombre. De esa forma elaboramos una teología (tratado de Dios) en la que destacan estos elementos:
- Amor gratuito. Actúa Dios porque quiere y nos quiere, desde el fondo de sí mismo, sin más razones que su propia generosidad.
- Justicia liberadora. Dios actúa de forma especial en favor de los necesitados. En esta perspectiva descubrimos su justicia interpretada como gracia reconciliadora, redentora.
- Comunicación universal. Amor y justicia culminan en la creación final o salvación completa que se entiende en claves de catolicidad y esperanza cumplida.
Estos son los atributos de Dios que están al fondo de todo lo que sigue. Ellos podrían formularse en otras claves: gratuidad, pobreza y universalidad; fe, caridad y esperanza (cf 1Cor 13,13; 1Tes 1,3). Pero lo que importa no son los esquemas de fondo sino los textos mismos. Estamos construyendo una teología abierta: no estudiamos las propiedades generales de Dios sino su acción en una historia salvadora abierta desde su raíz (gracia), orientada salvadoramente (justicia) y extendida a todos los humanos (universalidad).
10) GRACIA DE DIOS. AMOR APASIONADO
En el principio era el amor. Lo sabía el mito griego (Hesíodo, Teogonía), al hacer del eros fuente de las cosas, fuerza germinante que suscita todo lo que existe. Lo saben de algún modo los relatos de muchísimas culturas cuando añaden que todo ha derivado de una especie de unión amorosa entre los dioses. No es, por tanto, novedad israelita lo que decimos.
Muchos pueblos conocían el amor, pero los israelitas lo han engrandecido y humanizado, concibiéndolo como unión concreta de una varón y una mujer dentro de la historia: sólo allí donde se cantan unas bodas de alegría y plenitud humana puede valorarse de verdad la gracia del amor divino. Los israelitas lo han personalizado, presentado a Dios con rasgos concretos de esposo. Finalmente, ellos lo han expandido de forma escatológica. Aquí estudiamos: la humanización en Ct, la personalización en Os y la expansión en el Tritoisaías (Is 56-66).
a) Amor humanizante: Dios en el Cantar de los Cantares.
Comentarios: A. González, El Cantar de los Cantares, Paulinas, Madrid 1981: L. A. Schökel, El Cantar de los Cantares, EDB, Estella 1992; A. Robert y R. Tournay, Cantique des Cantiques, EB, Paris 1963; M. Pope, Song of Songs, AB 7c, Doubleday,New York 1976; G. Gerleman, Das Hohelied, BKAT 18/2-3, Neukirchen; D. Lys, Le plus beau chant de la création. Comentaire du Cantique des Cantiques, LD 51, Cerf, Paris 1968; G. Ravasi, Il Can¬tico dei Cantici, EDB, Bologna 1992.
Estudios: J. C: Exum, A Literary and Scructural Analysis of the Song of Songs, ZAW 85 (1973) 47-79; R. E. Murphy, Towards a Commentary on the Song og Songs, CBQ 39 (1977) 482-496; H. M. Pelletier, Lectures du Cantique des Cantiques, AnBib 121, Roma 1985; R. Tournay, Quand Dieu parle aux hommes le langage de l'amour. Étude sur le Cantique des Cantiques, Paris 1982. El lenguaje del Ct ha inspirado gran parte de la experiencia mística y de la espiritualidad cristiana, como he visto en El Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, Paulinas, Madrid 1992.
Humanizar el amor significa explorarlo en dimensión esponsal. Deben superarse las explicaciones de tipo alegórico: el Cantar de los Cantares (=Cánt,Ct) no es una teogamia o matrimonio intradivino que vincula a la pareja primigenia de los dioses (Baal y Ashera). Tampoco se sitúa en línea teocósmica: no trata de las bodas que vinculan de manera sacral a los diversos elementos de este cosmos, ni es imagen del amor que ha vinculado a Dios y el hombre, aunque luego sea necesario situarse en ese plano. Ct es ante todo un enigmático, profundo y sorprendente poema del amor humano. Después de estar con Job y Ecl (tema 9b-c), resulta grato respirar el aire fresco de la buena creación, volviendo con Ct hasta el jardín original de la existencia (Gen 2-3).
Eso es lo inaudito, lo revelatorio: que alguien venga y diga ¡escuchemos un canto de bodas! Esto es lo grande: que la misma BH, al lado de los textos sobre historia sagrada y sacrificios (Pentateuco), al lado de las grandes profecias, cante la importancia de la unión varón/mujer. Por eso, en un primer momento, estos cantos, que llegan del origen de los tiempos y que han sido formulados en contexto israelita en época difícil de fijar (¿siglo IV AEC?), han de entenderse en perspectiva puramente humana, sin aplicaciones de tipo moralista, nacional o religioso.
Aquí se canta el amor de una pareja que descubre en sí misma los valores y misterios de la creación originaria Es un amor integral donde se implican los motivos de la naturaleza y de la historia israelita. Resulta claro el influjo de la naturaleza (primavera, árboles, olores,... ) y así lo mostraremos en el breve comentario que sigue. También es clara la alusión isralita: se habla de Jerusalén y Salomón (1,1. 5; 3,7. 9. 11), de Engadí, Líbano, Tirsa y Sarón (1,14; 2,1; 4,8 etc). La geografía del amor se extiende a los diversos lugares del recuerdo y vida hebrea, en evocación incluyente y pacificadora: allí donde dos enamorados se miran y atraen, se buscan y gozan cobra sentido el pasado, futuro y presente del pueblo. Ct es una Confesión de Fe en la vida. No tiene que nombrar a Dios pues Dios no se halla fuera. Aceptar la creación, poder cantarla en gozo agradecido y deslumbrante... ¡esa es la base de toda teología!
Este amor vale en sí mismo, no se pone al servicio de otra cosa. No hay aquí genealogías, no hay cuidado angustioso por la ley de sangre (como en Es-Neh); no hay prevenciones de raza, ni observaciones moralizantes sobre la mujer (como en Eclo), ni patriarcalismo o búsqueda de hijos. Varón y mujer aparecen como iguales, sencillamente humanos,quebradas las divisiones por sexo, las funciones sacralizadoras.
Ct 2,8 Ella ¡La voz de mi amado! Mirad: ya viene
saltando por los montes, brincando por las colinas
9 Es mi amado una gacela, es como un cervatillo.
Mirad: se ha parado detrás de la tapia,
atisba por las ventanas, observa por las rejas.
10 Habla mi amado y me dice:
Él A Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven a mí,
11 porque, mira, ha pasado el invierno, la lluvia ha cesado, se ha ido;
12 se ven flores en el campo, llega el tiempo de la poda
y el arrullo de la tórtola se escucha en nuestros campos.
13 Ya apuntan los frutos en la higuera, la viña florece y exhala perfume.
Él B Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven a mí
14 paloma mía, en los huecos de la peña, en los escondrijos del barranco:
déjame ver tu figura, déjame oir tu voz,
porque tu voz es dulce y tu figura hermosa.
15 Ambos Agarradnos las raposas, raposas pequeñitas,
que destrozan la viña, nuestra viña florecida.
16 Ella Mi amado es mío y yo soy suya, del pastor de lirios.
17 Antes de que sople el día y huyan las sombras
vuelve, amado mío, como una gacela o como un cervatillo,
sobre los montes de Bether (Tradución BL).
Hemos supuesto que el pasaje es unitario, de tipo quiástico (inclusivo), iniciado y concluido con palabras de ella. Al principio (2, 8-9a) mira a su amado que viene. Al final (2, 16-17) le confiesa su amor y le pide que vuelva, empleando muy dulces palabras (gacela-cervatillo: 2, 9a y 2, 17b). El centro (2, 10b-14) recoge una llamada de él, dividida por levántate amada mía... en dos mitades bien marcadas (2, 10b-13b y 2, 13c-14). Entre las palabras de él y de ella se introduce un breve canto (2, 15) que puede ser de ambos (como supone la traducción) o de un coro que eleva su voz mientras ellos se acercan y encuentran. La lógica del texto es poética: marcada por asociacioens de signo cósmico (primavera) y un ritmo de amor que va poniendo en relación a dos personas que se buscan y al hallarse descubren en sí mismas todo el universo.
Ella (2, 8-10b). Parece que ha estado esperando, con oido bien abierto a las voces que le llegan. Todo le resbala hasta que escucha lo indecible: qol dodi, ¡voz de mi amado! No hay que explicar nada, nada hay que aclarar: esa palabra suscita una profunda excitación (ese parece el sentido original del término) en el cuerpo/alma de la amada. Por eso mira y, viendo, dice: ¡ya viene! El amor le ha llegado por la voz y luego se ha adueñado de sus ojos. Ella ha cambiado, concentrándose en un nuevo tipo de mirada: le ve rápido, saltando por los montes/colinas que aparecen así llenos de vida ¡son camino del amado!
Todas las imágenes evocan agilidad y hermosura: es veloz el amado que salta y que llega, salvando distancias, venciendo montañas, en gesto de frágil belleza. No es el amado un animal de fuerza (toro), un semental de cría, un león de violencia ... Es la hermosura rápida del ciervo huidizo, que escapa al menor ruido, pero ahora viene manso, encariñado. Esta experiencia del ciervo que llega, en gesto esperado y, al mismo tiempo, sorprendente marca el tono de la escena. Por lo que después veremos, este es el ciervo de la primavera: llega saltando con el tiempo nuevo de la vida; como invitación al amor que cruza el horizonte y lo transforma en su llegada.
Ella está esperando resguardada: detrás de una ventana, al amparo de una reja (o celosía). Quizá podamos decir que ella es casa y él campo; ella la espera, él la llegada. Toda su vida de mujer se vuelve acogimiento. Toda la vida del varón se hace presencia. Ella debería abrir la puerta y correr hacia el amado. Pero sabe que no puede apresurarse: le deja venir, aguarda. .
El (A). Voz de primavera (2, 10b-13b). Es ella quien repite las palabras (2, 10a). Ha sido capaz de escuchar, ha entendido bien lo que él le dice y lo traduce, con voz de jubilosa: en nombre de la vida que despierta, ella canta con la primavera. Podemos evocar su voz con S. Juan de la Cruz: mi amado, las montañas, los valles solitarios... (Cant. Espiritual B, estrofa 14). La versión bíblica diría: mi amado, primavera... No es la naturaleza en sí lo que ella canta (montañas, valles, islas... ), sino este momento especial de eclosión primaveral hecha amor, llamada a la existencia.
Por eso le dice levántate, como si hubiera estado postrada, encerrada en su soledad, retraida en largo invierno. ¡Despierta! significa ¡ponte en pié y vivamos! No la agarra por la fuerza, no la rapta, no la lleva poseida, como objeto que se toma y arrastra con violencia. Tiene que llamarla y esperar, dejando que ella misma se decida y venga. Este lenguaje de amor es velado y fuerte, indirecto y convincente. No dice las cosas de manera plana, en exigencia inmediata. Su deseo es fuertísimo y como tal repertuoso: por eso, decir el amor es evocar ¡seamos primavera! Cuando el amado abre los ojos y observa que llega la vida, cuando dice a su amada que venga y se deje vestir de hermosura esta ofreciéndose en amor y diciendo ¡seamos primavera!
Este despertar de vida cósmica supone un gesto de aceptación fuerte del mundo: es hermoso que vuelva cada año la potencia de la vida en las flores y el arrullo de palomas, en los frutos que desputan, en los árboles y viñas... También ellos expresan el amor de primavera. Por eso dice:¡levántate! ¡ven y sintamos juntos el latido de la tierra, cantando el himno de la vida que por doquier nos eleva!. Todo se vuelve lugar y evocación de amor: las flores, el arrullo de la tórtola, el perfume de la viña son palabra de amor mutuo). Uniéndose en amor, ellos dicen y dan sentido al mundo en primavera.
Él (B) ¡Levántate paloma! (2,13c-14). Había hablado ya (A). Ahora (B) insiste, diciendo la misma palabra ¡levántate! y llamandola con los mismos nombres (amada, esposa), pero añadiendo el de paloma. Por un lado le llama mía (pues la lleva en sí); por otro le pide que venga, que se haga suya, que puedan compartir y hacer (ser) la primavera, en dimensión de gracia humana. Ella le había comparado con el ciervo que corre en libertad por la colina. Él la compara a la paloma: está escondida, inaccesible, en las quebradas de la peña. Posiblemente tiene miedo. El la llama y dice ¡ven!, invitándole a volar en gozo suave y fuerte entrega por el aire de la vida. Esto es amar: volar en compañía. La paloma que corre con el ciervo, el ciervo que se hermana a la paloma en la aventura de su vida compartida.
Las comparaciones resultan evocadoras y paradójicas. Invirtiendo un esquema normal en los mitos antiguos, la paloma/cielo es la mujer, el ciervo/tierra es el varón. Ambos tienen que mirarse. Ella le ha visto saltando en las colinas. El quiere verla saliendo de la quebrada, perdiendo el miedo y volando en suavidad por las alturas. Oyó la novia y vió a su amado (2,8). Ahora es el novio quien desea mirarla y escucharla porque tu voz es dulce y tu figura hermosa. El amor aparece aquí a manera de visión y palabra. Mirarse mutuamente, descubriendo cada uno su vida en la vida del otro. Escucharse mutuamente, haciéndose palabra el uno desde el otro: este es el sentido radical de la existencia. Quizá pudiéramos decir que antes ignoraban su verdad más honda. Ciegos estaban sus ojos, cerrados sus oidos. Ahora, al mirarse y escucharse, han aprendido a ver y oir: saben lo que son, se saben, conociéndose uno a otro.
Ambos (2,15). Pueden hablar ya en forma unida, diciendo al mismo tiempo su deseo: ¡cazadnos! Han empezado a conjugar el nosotros, se convierten de esa forma en sujeto de una misma frase, uniendo el yo y el tú, el mío y tuyo. Comprten la misma viña, campo donde pueden cultivar su encuentro, espacio de comunicación donde florece ya su primavera. Esta es palabra de gozosa posesión: ¡disfrutan la viña, cultivan el amor unidos de forma que no existe uno sin otro! Pero, al mismo tiempo, esta palabra puede convertirse en fuerte aviso: ¡cazadnos las raposas! Hay en el campo animales que amenazan la nacida primavera: los riesgos del amor se elevan tan pronto como el amor ha comenzado. Por eso piden ¡ayudadnos! No están sólos sobre el mundo. No se bastan uno al otro. Por eso buscan la ayuda de todos los restantes varones y mujeres del entorno.
Hemos dicho que este verso lo recitan ambos, unidos por primera vez en la palabra compartida. Mientras gozan el amor en dulce compañía, despiertan a los otros y les dicen: ¡ayudadnos! ¡que pueda mantenerse sana nuestra viña! Pero estas palabras pudieran proceder también de un coro (o grupo de personas) que canta su preocupación, mientras ellos vuelan en alas del amor silencioso. Sea cual fuere el sujeto, el sentido de la frase es el mismo: el amor ya cultivado suscita un tipo de preocupación. Corre peligro el encuentro, hay que protegerlo, igual que se protege la viña florecida de los riesgos juguetones de las jóvenes raposas.
Ella (2, 16-17). La escena culmina; han celebrado el amor sobre el tálamo florido de la primavera: ciervo y paloma han recreado el sentido original de la existencia, mientras alguien ha guardado su viña, impidiendo que vinieran las raposas. Llega el matrimonio:
- dodi li: mi amado es mío
- w´ani lo: y yo soy suya (2,16).
Normalmente, estas palabras suele proclamarlas el esposo: ¡esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! (Gen 2, 23). Aquí las dice ella, rubricando en su voz el matrimonio ya vivido (realizado). No son signo de posesión, como parecían las de Gen 2,23: no es él quien dice mientras ella está pasiva. No hay espera de mujer (como en 2,8,10a), ni llamada de varón (como en 2,10b-14). Son palabra de acción doble que expresan el mutuo compromiso, la entrega y posesión del uno al otro. La vida de los dos se vuelve así regalo y sólo existe en forma compartida.
Pero este no ha sido encuentro eterno, no es fin de la historia, sino unión en el tiempo. Por eso, ella vuelve a llamar al amado en palabras de advertencia cuidadosa. Da la impresión de que él se ha ido: es un ciervo que brinca por los montes. Como gardiana de amor, ella le pide que vuelva antes que sople el día y huyan las sombras... . El texto resulta ambiguo y no sabemos si le pide que llegue antes que la noche empiece (para entonar así el nocturno de bodas) o que la noche acabe (para iniciar una alborada de amor, en gesto que saluda al sol del día). Buenos son los dos sentidos, adaptados ambos al misterio del amor que es noche enplenitud y madrugada recreada.
Ella repite la comparación primera: ¡como gacela o cervatillo ven! (2,17; cf 2,9). En este contexto se introduce una referencia enigmática ¡sobre los montes de Bether! (2,17). Es posible que se trate de una geografía amatoria: este es el monte del ciervo que vuelve al amor (en palabra tomada de Jos 15, 59a LXX). Pero es posible también que se trate de un nombre simbólico que indica división (cf Gen 15,10): superando las montañas de la ruptura, venciendo las quebradas donde todo parece retorcerse y escindirse, el amado tiene que volver a la unidad de amor, antes que el día se cierre o acabe la noche. Para los LXX, estos montes de Bether son orê koilômatôn: montaña de la división, quebrada o barranco; superando el precipicio de la vida solitaria, el ciervo del amor ha de volver cada día hacia el encuentro con su amada.
Conclusión. Este ha sido nuestro pasaje: enigmáticamente bello, sorprendente y creativo. ¡Hablemos de Dios! piden algunos. Ct responde: ¡no empecemos por Dios! ¡vengamos al amor! ¡Descubramos el encuentro sorprendente, emocionado, creativo de dos enamorados! Sobre ese fondo adquirirá sentido nuestra vida y podremos luego (al mismo tiempo) hablar de Dios. Desde ese fondo, el texto no se puede interpretar como una simple alegoría. Dios no es el esposo y la pobre humanidad la esposa, o viceversa. No hay aquí tampoco teogamia, ni sacralización pagana (hierogámica) del proceso de la vida. Todo es mucho más sencillo: una parábola, una evocación teológica. A quien nos pida demuéstrame que hay Dios debemos responderle ¡hablemos del amor!, descubramos, cultivemos y gocemos su misterio en nuestra vida. Esa es la verdad, el sello y garantía de Dios sobre la tierra.
Parábola de Dios es todo Ct y así nos lleva hasta el principio de la creación, hasta el lugar donde Gen 1 y Gen 2-3 nos habían situado, en la raíz del tiempo. Más allá del pecado (que también tenemos), hay en nuestra vida amor y gracia emocionada: en ella se descubre y vuelve a ser posible lo divino. En el fondo del dolor, sobre una vida donde todo parece sin sentido, se enciende cada primavera la llama del amor. Vuelven a encontrarse el varón y la mujer sin más finalidad que descubrir y realizar en forma nueva el misterio de la gracia. Y asi acabamos. Hemos abierto una puerta de gratuidad sobre el muro del dolor (Job), en el túnel de la angustia (Ecl). Ella nos conduce a nuevos continentes de experiencia.
Hemos visto los hombres de Dios (sacerdotes, profetas y sabios). Ahora estudiamos las relaciones Dios con el conjunto de la humanidad, especialmente con su pueblo.
- Todo es obra de Dios y la Biblia el libro que presenta sus acciones; su protagonista es Yahvé a quien vimos como aquel que actúade forma salvadora (cf Ex 3,14; tema 3a).
-El ser humanobusca su propia plenitud. De Dios surge el hombre, como imagen de su plenitud. Por eso, los momentos de acción divina y surgimiento humano se vinculan.
Ahora juntamos ambos temas, destacando los momentos de la relación de Dios y el hombre. De esa forma elaboramos una teología (tratado de Dios) en la que destacan estos elementos:
- Amor gratuito. Actúa Dios porque quiere y nos quiere, desde el fondo de sí mismo, sin más razones que su propia generosidad.
- Justicia liberadora. Dios actúa de forma especial en favor de los necesitados. En esta perspectiva descubrimos su justicia interpretada como gracia reconciliadora, redentora.
- Comunicación universal. Amor y justicia culminan en la creación final o salvación completa que se entiende en claves de catolicidad y esperanza cumplida.
Estos son los atributos de Dios que están al fondo de todo lo que sigue. Ellos podrían formularse en otras claves: gratuidad, pobreza y universalidad; fe, caridad y esperanza (cf 1Cor 13,13; 1Tes 1,3). Pero lo que importa no son los esquemas de fondo sino los textos mismos. Estamos construyendo una teología abierta: no estudiamos las propiedades generales de Dios sino su acción en una historia salvadora abierta desde su raíz (gracia), orientada salvadoramente (justicia) y extendida a todos los humanos (universalidad).
10) GRACIA DE DIOS. AMOR APASIONADO
En el principio era el amor. Lo sabía el mito griego (Hesíodo, Teogonía), al hacer del eros fuente de las cosas, fuerza germinante que suscita todo lo que existe. Lo saben de algún modo los relatos de muchísimas culturas cuando añaden que todo ha derivado de una especie de unión amorosa entre los dioses. No es, por tanto, novedad israelita lo que decimos.
Muchos pueblos conocían el amor, pero los israelitas lo han engrandecido y humanizado, concibiéndolo como unión concreta de una varón y una mujer dentro de la historia: sólo allí donde se cantan unas bodas de alegría y plenitud humana puede valorarse de verdad la gracia del amor divino. Los israelitas lo han personalizado, presentado a Dios con rasgos concretos de esposo. Finalmente, ellos lo han expandido de forma escatológica. Aquí estudiamos: la humanización en Ct, la personalización en Os y la expansión en el Tritoisaías (Is 56-66).
a) Amor humanizante: Dios en el Cantar de los Cantares.
Comentarios: A. González, El Cantar de los Cantares, Paulinas, Madrid 1981: L. A. Schökel, El Cantar de los Cantares, EDB, Estella 1992; A. Robert y R. Tournay, Cantique des Cantiques, EB, Paris 1963; M. Pope, Song of Songs, AB 7c, Doubleday,New York 1976; G. Gerleman, Das Hohelied, BKAT 18/2-3, Neukirchen; D. Lys, Le plus beau chant de la création. Comentaire du Cantique des Cantiques, LD 51, Cerf, Paris 1968; G. Ravasi, Il Can¬tico dei Cantici, EDB, Bologna 1992.
Estudios: J. C: Exum, A Literary and Scructural Analysis of the Song of Songs, ZAW 85 (1973) 47-79; R. E. Murphy, Towards a Commentary on the Song og Songs, CBQ 39 (1977) 482-496; H. M. Pelletier, Lectures du Cantique des Cantiques, AnBib 121, Roma 1985; R. Tournay, Quand Dieu parle aux hommes le langage de l'amour. Étude sur le Cantique des Cantiques, Paris 1982. El lenguaje del Ct ha inspirado gran parte de la experiencia mística y de la espiritualidad cristiana, como he visto en El Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, Paulinas, Madrid 1992.
Humanizar el amor significa explorarlo en dimensión esponsal. Deben superarse las explicaciones de tipo alegórico: el Cantar de los Cantares (=Cánt,Ct) no es una teogamia o matrimonio intradivino que vincula a la pareja primigenia de los dioses (Baal y Ashera). Tampoco se sitúa en línea teocósmica: no trata de las bodas que vinculan de manera sacral a los diversos elementos de este cosmos, ni es imagen del amor que ha vinculado a Dios y el hombre, aunque luego sea necesario situarse en ese plano. Ct es ante todo un enigmático, profundo y sorprendente poema del amor humano. Después de estar con Job y Ecl (tema 9b-c), resulta grato respirar el aire fresco de la buena creación, volviendo con Ct hasta el jardín original de la existencia (Gen 2-3).
Eso es lo inaudito, lo revelatorio: que alguien venga y diga ¡escuchemos un canto de bodas! Esto es lo grande: que la misma BH, al lado de los textos sobre historia sagrada y sacrificios (Pentateuco), al lado de las grandes profecias, cante la importancia de la unión varón/mujer. Por eso, en un primer momento, estos cantos, que llegan del origen de los tiempos y que han sido formulados en contexto israelita en época difícil de fijar (¿siglo IV AEC?), han de entenderse en perspectiva puramente humana, sin aplicaciones de tipo moralista, nacional o religioso.
Aquí se canta el amor de una pareja que descubre en sí misma los valores y misterios de la creación originaria Es un amor integral donde se implican los motivos de la naturaleza y de la historia israelita. Resulta claro el influjo de la naturaleza (primavera, árboles, olores,... ) y así lo mostraremos en el breve comentario que sigue. También es clara la alusión isralita: se habla de Jerusalén y Salomón (1,1. 5; 3,7. 9. 11), de Engadí, Líbano, Tirsa y Sarón (1,14; 2,1; 4,8 etc). La geografía del amor se extiende a los diversos lugares del recuerdo y vida hebrea, en evocación incluyente y pacificadora: allí donde dos enamorados se miran y atraen, se buscan y gozan cobra sentido el pasado, futuro y presente del pueblo. Ct es una Confesión de Fe en la vida. No tiene que nombrar a Dios pues Dios no se halla fuera. Aceptar la creación, poder cantarla en gozo agradecido y deslumbrante... ¡esa es la base de toda teología!
Este amor vale en sí mismo, no se pone al servicio de otra cosa. No hay aquí genealogías, no hay cuidado angustioso por la ley de sangre (como en Es-Neh); no hay prevenciones de raza, ni observaciones moralizantes sobre la mujer (como en Eclo), ni patriarcalismo o búsqueda de hijos. Varón y mujer aparecen como iguales, sencillamente humanos,quebradas las divisiones por sexo, las funciones sacralizadoras.
Ct 2,8 Ella ¡La voz de mi amado! Mirad: ya viene
saltando por los montes, brincando por las colinas
9 Es mi amado una gacela, es como un cervatillo.
Mirad: se ha parado detrás de la tapia,
atisba por las ventanas, observa por las rejas.
10 Habla mi amado y me dice:
Él A Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven a mí,
11 porque, mira, ha pasado el invierno, la lluvia ha cesado, se ha ido;
12 se ven flores en el campo, llega el tiempo de la poda
y el arrullo de la tórtola se escucha en nuestros campos.
13 Ya apuntan los frutos en la higuera, la viña florece y exhala perfume.
Él B Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven a mí
14 paloma mía, en los huecos de la peña, en los escondrijos del barranco:
déjame ver tu figura, déjame oir tu voz,
porque tu voz es dulce y tu figura hermosa.
15 Ambos Agarradnos las raposas, raposas pequeñitas,
que destrozan la viña, nuestra viña florecida.
16 Ella Mi amado es mío y yo soy suya, del pastor de lirios.
17 Antes de que sople el día y huyan las sombras
vuelve, amado mío, como una gacela o como un cervatillo,
sobre los montes de Bether (Tradución BL).
Hemos supuesto que el pasaje es unitario, de tipo quiástico (inclusivo), iniciado y concluido con palabras de ella. Al principio (2, 8-9a) mira a su amado que viene. Al final (2, 16-17) le confiesa su amor y le pide que vuelva, empleando muy dulces palabras (gacela-cervatillo: 2, 9a y 2, 17b). El centro (2, 10b-14) recoge una llamada de él, dividida por levántate amada mía... en dos mitades bien marcadas (2, 10b-13b y 2, 13c-14). Entre las palabras de él y de ella se introduce un breve canto (2, 15) que puede ser de ambos (como supone la traducción) o de un coro que eleva su voz mientras ellos se acercan y encuentran. La lógica del texto es poética: marcada por asociacioens de signo cósmico (primavera) y un ritmo de amor que va poniendo en relación a dos personas que se buscan y al hallarse descubren en sí mismas todo el universo.
Ella (2, 8-10b). Parece que ha estado esperando, con oido bien abierto a las voces que le llegan. Todo le resbala hasta que escucha lo indecible: qol dodi, ¡voz de mi amado! No hay que explicar nada, nada hay que aclarar: esa palabra suscita una profunda excitación (ese parece el sentido original del término) en el cuerpo/alma de la amada. Por eso mira y, viendo, dice: ¡ya viene! El amor le ha llegado por la voz y luego se ha adueñado de sus ojos. Ella ha cambiado, concentrándose en un nuevo tipo de mirada: le ve rápido, saltando por los montes/colinas que aparecen así llenos de vida ¡son camino del amado!
Todas las imágenes evocan agilidad y hermosura: es veloz el amado que salta y que llega, salvando distancias, venciendo montañas, en gesto de frágil belleza. No es el amado un animal de fuerza (toro), un semental de cría, un león de violencia ... Es la hermosura rápida del ciervo huidizo, que escapa al menor ruido, pero ahora viene manso, encariñado. Esta experiencia del ciervo que llega, en gesto esperado y, al mismo tiempo, sorprendente marca el tono de la escena. Por lo que después veremos, este es el ciervo de la primavera: llega saltando con el tiempo nuevo de la vida; como invitación al amor que cruza el horizonte y lo transforma en su llegada.
Ella está esperando resguardada: detrás de una ventana, al amparo de una reja (o celosía). Quizá podamos decir que ella es casa y él campo; ella la espera, él la llegada. Toda su vida de mujer se vuelve acogimiento. Toda la vida del varón se hace presencia. Ella debería abrir la puerta y correr hacia el amado. Pero sabe que no puede apresurarse: le deja venir, aguarda. .
El (A). Voz de primavera (2, 10b-13b). Es ella quien repite las palabras (2, 10a). Ha sido capaz de escuchar, ha entendido bien lo que él le dice y lo traduce, con voz de jubilosa: en nombre de la vida que despierta, ella canta con la primavera. Podemos evocar su voz con S. Juan de la Cruz: mi amado, las montañas, los valles solitarios... (Cant. Espiritual B, estrofa 14). La versión bíblica diría: mi amado, primavera... No es la naturaleza en sí lo que ella canta (montañas, valles, islas... ), sino este momento especial de eclosión primaveral hecha amor, llamada a la existencia.
Por eso le dice levántate, como si hubiera estado postrada, encerrada en su soledad, retraida en largo invierno. ¡Despierta! significa ¡ponte en pié y vivamos! No la agarra por la fuerza, no la rapta, no la lleva poseida, como objeto que se toma y arrastra con violencia. Tiene que llamarla y esperar, dejando que ella misma se decida y venga. Este lenguaje de amor es velado y fuerte, indirecto y convincente. No dice las cosas de manera plana, en exigencia inmediata. Su deseo es fuertísimo y como tal repertuoso: por eso, decir el amor es evocar ¡seamos primavera! Cuando el amado abre los ojos y observa que llega la vida, cuando dice a su amada que venga y se deje vestir de hermosura esta ofreciéndose en amor y diciendo ¡seamos primavera!
Este despertar de vida cósmica supone un gesto de aceptación fuerte del mundo: es hermoso que vuelva cada año la potencia de la vida en las flores y el arrullo de palomas, en los frutos que desputan, en los árboles y viñas... También ellos expresan el amor de primavera. Por eso dice:¡levántate! ¡ven y sintamos juntos el latido de la tierra, cantando el himno de la vida que por doquier nos eleva!. Todo se vuelve lugar y evocación de amor: las flores, el arrullo de la tórtola, el perfume de la viña son palabra de amor mutuo). Uniéndose en amor, ellos dicen y dan sentido al mundo en primavera.
Él (B) ¡Levántate paloma! (2,13c-14). Había hablado ya (A). Ahora (B) insiste, diciendo la misma palabra ¡levántate! y llamandola con los mismos nombres (amada, esposa), pero añadiendo el de paloma. Por un lado le llama mía (pues la lleva en sí); por otro le pide que venga, que se haga suya, que puedan compartir y hacer (ser) la primavera, en dimensión de gracia humana. Ella le había comparado con el ciervo que corre en libertad por la colina. Él la compara a la paloma: está escondida, inaccesible, en las quebradas de la peña. Posiblemente tiene miedo. El la llama y dice ¡ven!, invitándole a volar en gozo suave y fuerte entrega por el aire de la vida. Esto es amar: volar en compañía. La paloma que corre con el ciervo, el ciervo que se hermana a la paloma en la aventura de su vida compartida.
Las comparaciones resultan evocadoras y paradójicas. Invirtiendo un esquema normal en los mitos antiguos, la paloma/cielo es la mujer, el ciervo/tierra es el varón. Ambos tienen que mirarse. Ella le ha visto saltando en las colinas. El quiere verla saliendo de la quebrada, perdiendo el miedo y volando en suavidad por las alturas. Oyó la novia y vió a su amado (2,8). Ahora es el novio quien desea mirarla y escucharla porque tu voz es dulce y tu figura hermosa. El amor aparece aquí a manera de visión y palabra. Mirarse mutuamente, descubriendo cada uno su vida en la vida del otro. Escucharse mutuamente, haciéndose palabra el uno desde el otro: este es el sentido radical de la existencia. Quizá pudiéramos decir que antes ignoraban su verdad más honda. Ciegos estaban sus ojos, cerrados sus oidos. Ahora, al mirarse y escucharse, han aprendido a ver y oir: saben lo que son, se saben, conociéndose uno a otro.
Ambos (2,15). Pueden hablar ya en forma unida, diciendo al mismo tiempo su deseo: ¡cazadnos! Han empezado a conjugar el nosotros, se convierten de esa forma en sujeto de una misma frase, uniendo el yo y el tú, el mío y tuyo. Comprten la misma viña, campo donde pueden cultivar su encuentro, espacio de comunicación donde florece ya su primavera. Esta es palabra de gozosa posesión: ¡disfrutan la viña, cultivan el amor unidos de forma que no existe uno sin otro! Pero, al mismo tiempo, esta palabra puede convertirse en fuerte aviso: ¡cazadnos las raposas! Hay en el campo animales que amenazan la nacida primavera: los riesgos del amor se elevan tan pronto como el amor ha comenzado. Por eso piden ¡ayudadnos! No están sólos sobre el mundo. No se bastan uno al otro. Por eso buscan la ayuda de todos los restantes varones y mujeres del entorno.
Hemos dicho que este verso lo recitan ambos, unidos por primera vez en la palabra compartida. Mientras gozan el amor en dulce compañía, despiertan a los otros y les dicen: ¡ayudadnos! ¡que pueda mantenerse sana nuestra viña! Pero estas palabras pudieran proceder también de un coro (o grupo de personas) que canta su preocupación, mientras ellos vuelan en alas del amor silencioso. Sea cual fuere el sujeto, el sentido de la frase es el mismo: el amor ya cultivado suscita un tipo de preocupación. Corre peligro el encuentro, hay que protegerlo, igual que se protege la viña florecida de los riesgos juguetones de las jóvenes raposas.
Ella (2, 16-17). La escena culmina; han celebrado el amor sobre el tálamo florido de la primavera: ciervo y paloma han recreado el sentido original de la existencia, mientras alguien ha guardado su viña, impidiendo que vinieran las raposas. Llega el matrimonio:
- dodi li: mi amado es mío
- w´ani lo: y yo soy suya (2,16).
Normalmente, estas palabras suele proclamarlas el esposo: ¡esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! (Gen 2, 23). Aquí las dice ella, rubricando en su voz el matrimonio ya vivido (realizado). No son signo de posesión, como parecían las de Gen 2,23: no es él quien dice mientras ella está pasiva. No hay espera de mujer (como en 2,8,10a), ni llamada de varón (como en 2,10b-14). Son palabra de acción doble que expresan el mutuo compromiso, la entrega y posesión del uno al otro. La vida de los dos se vuelve así regalo y sólo existe en forma compartida.
Pero este no ha sido encuentro eterno, no es fin de la historia, sino unión en el tiempo. Por eso, ella vuelve a llamar al amado en palabras de advertencia cuidadosa. Da la impresión de que él se ha ido: es un ciervo que brinca por los montes. Como gardiana de amor, ella le pide que vuelva antes que sople el día y huyan las sombras... . El texto resulta ambiguo y no sabemos si le pide que llegue antes que la noche empiece (para entonar así el nocturno de bodas) o que la noche acabe (para iniciar una alborada de amor, en gesto que saluda al sol del día). Buenos son los dos sentidos, adaptados ambos al misterio del amor que es noche enplenitud y madrugada recreada.
Ella repite la comparación primera: ¡como gacela o cervatillo ven! (2,17; cf 2,9). En este contexto se introduce una referencia enigmática ¡sobre los montes de Bether! (2,17). Es posible que se trate de una geografía amatoria: este es el monte del ciervo que vuelve al amor (en palabra tomada de Jos 15, 59a LXX). Pero es posible también que se trate de un nombre simbólico que indica división (cf Gen 15,10): superando las montañas de la ruptura, venciendo las quebradas donde todo parece retorcerse y escindirse, el amado tiene que volver a la unidad de amor, antes que el día se cierre o acabe la noche. Para los LXX, estos montes de Bether son orê koilômatôn: montaña de la división, quebrada o barranco; superando el precipicio de la vida solitaria, el ciervo del amor ha de volver cada día hacia el encuentro con su amada.
Conclusión. Este ha sido nuestro pasaje: enigmáticamente bello, sorprendente y creativo. ¡Hablemos de Dios! piden algunos. Ct responde: ¡no empecemos por Dios! ¡vengamos al amor! ¡Descubramos el encuentro sorprendente, emocionado, creativo de dos enamorados! Sobre ese fondo adquirirá sentido nuestra vida y podremos luego (al mismo tiempo) hablar de Dios. Desde ese fondo, el texto no se puede interpretar como una simple alegoría. Dios no es el esposo y la pobre humanidad la esposa, o viceversa. No hay aquí tampoco teogamia, ni sacralización pagana (hierogámica) del proceso de la vida. Todo es mucho más sencillo: una parábola, una evocación teológica. A quien nos pida demuéstrame que hay Dios debemos responderle ¡hablemos del amor!, descubramos, cultivemos y gocemos su misterio en nuestra vida. Esa es la verdad, el sello y garantía de Dios sobre la tierra.
Parábola de Dios es todo Ct y así nos lleva hasta el principio de la creación, hasta el lugar donde Gen 1 y Gen 2-3 nos habían situado, en la raíz del tiempo. Más allá del pecado (que también tenemos), hay en nuestra vida amor y gracia emocionada: en ella se descubre y vuelve a ser posible lo divino. En el fondo del dolor, sobre una vida donde todo parece sin sentido, se enciende cada primavera la llama del amor. Vuelven a encontrarse el varón y la mujer sin más finalidad que descubrir y realizar en forma nueva el misterio de la gracia. Y asi acabamos. Hemos abierto una puerta de gratuidad sobre el muro del dolor (Job), en el túnel de la angustia (Ecl). Ella nos conduce a nuevos continentes de experiencia.
Artículo extractado
Xabier Pikaza
Dios judio, Dios cristiano
Verbo divino
Es pura filosofia adornada con besos literarios. La filosofia no te lleva a la salvacion, sino a la consolacion, como una droga emocional. Se ve que es hijo del Vaticano.
ResponderEliminarHoy en la gallega (TVG) interesante el capitulo de Padre Casares... un cura q se lia con una vecina! una historia que podria estar basada en hechos reales
ResponderEliminarVer el adelanto en www.crtvg.es